VERSOTERAPIA

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2007

LITERATURA Y MEDICINA

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LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

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viernes, 30 de octubre de 2020

RELATO DE UN NÁUFRAGO

 


RELATO DE UN NÁUFRAGO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1970)

Hay párrafos llenos de ternura que demuestran la compasión del hombre por los animales y la de los animales por los hombres.

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

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Esta es la increíble historia de Luis Alejandro Velasco, un náufrago que sobrevive diez días en el mar, sin comer ni beber , luego de que el   28 de febrero de 1955 un accidente en el destructor “Caldas” lo arrojó al océano junto a siete compañeros más de la tripulación. Fue el único sobreviviente. El relato se publicó por entrega y luego en forma de libro. Esta historia es un verdadero ejemplo de singular heroísmo, una oda a la fe, un canto a la esperanza ilimitada que debemos tener siempre ante las circunstancias más adversas. Un amigo me dice: Cuando tengo un problema pienso que es nada en comparación con lo debió sufrir Velasco. He aquí el uso práctico de una lectura. Relato de un náufrago es una crónica periodística transformada en pieza literaria. Gabriel García Márquez dice del náufrago:” Tenía un instinto excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosa. Nos pareció justo, que acordamos escribirlo en primera persona y firmado por él. Por fortuna hay libros que no son de quien los escribe sino de quien los sufre,  y este es uno de ellos”.

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El náufrago sobrevivió a los vaivenes del mar, a la intemperie, al acecho de los tiburones, a una herida en una pierna, al cansancio y la agotadora falta de sueño con sus alucinaciones peligrosas y sus espejismos trastocadores de la realidad, al hambre y la sed que calmó peligrosamente consumiendo agua de mar . En diez días sólo comió algunos pedazos de una pequeña gaviota con grandes remordimientos de conciencia, unos trozos de pescado que no sabía si era venenoso por sus colores resaltantes y que luego un tiburón le arrebató, y una raíz de una planta desconocida que una ola trajo hasta su balsa. Vio ahogarse a tres de sus compañeros sin poder hacer nada. Imploró a la divinidad por su vida en el momento cuando sus familiares oraban porque su alma descansara en paz; es decir,  rezó en su propio novenario sin saberlo. Al final, cuando se preparaba para morir , vio tierra , pero pensó que era otra alucinación.

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Hay párrafos llenos de ternura que demuestran la compasión del hombre por los animales y la de los animales por los hombres. Una vieja gaviota lo acompaña al final de su travesía, tiene muchas hambre, pero recuerda las palabras de uno de sus jefes sobre que “es una infamia matar a una gaviota porque ella la prueba de la cercanía de la tierra”. “La vieja gaviota se acercó a picotearme la cabeza. No me hacía daño. Me picoteaba suavemente, sin maltratarme el cuero cabelludo. Parecía como si estuviera acariciándome”. La capturó, tenía hambre  “pero no pensaba saciarla en aquel animal amigo,  que  me había acompañado durante toda la noche, sin hacerme dañoa las primeras horas del día vi sus ojos,  transparentes  y asustados.  Aunque en algún momento hubiera pensado en descuartizarla, al ver sus enormes ojos tristes hubiera desistido de mi propósito. Entonces solté a mi prisionera, que sacudió la cabeza y salió disparada hacia el cielo. Un momento después se había incorporado a la bandada”.

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Cuando alcanzó la costa a nado y luego de ser descubierto por gente que le ayudó, se tiró al suelo. Estaba exhausto, herido y hambriento. Un perro se le acercó meneando la cola. Le lamió la cara y las heridas antes de acostarse a su lado.

martes, 20 de octubre de 2020

LA HOJARASCA

 


LA HOJARASCA (1955)

 

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La hojarasca es el debut de Gabriel García Márquez como novelista . En esta obra por primera vez se menciona a Macondo y también al coronel Aureliano Buendía, en un claro proyecto literario de largo aliento en que trata de emular a su más admirado escritor, William Faulkner, y su condado ficticio Yoknapatawpha.

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Toda la trama gira en torno a un médico misterioso quien una vez se negó a atender a unos heridos. Esto le valió el repudio y la amenaza de los pobladores de no darle sepultura cuando le llegara la hora. Y la hora le llegó al médico por su propia mano: se suicidó.

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“Macondo fue un pueblo atropellado por un grupo de bárbaros armados; un pueblo empavorecido que enterraba a sus muertos en la fosa común, alguien debió de recordar que en esta esquina había un médico. Entonces fue cuando pusieron las parihuelas contra la puerta, y le gritaron (porque no abrió; habló desde adentro); le gritaron: “Doctor, atienda a estos heridos que ya los otros médicos no dan abasto”, y él respondió: “Llévenlos a otra parte, yo no sé nada de esto”; y le dijeron: “Usted es el único médico que nos queda. Tiene que hacer una obra de caridad”; y él respondió (y tampoco abrió la puerta), imaginado por la turbamulta en la mitad de la sala, la lámpara en alto, iluminados los duros ojos amarillos: “Se me olvidó todo lo que sabía de eso. Llévenlos a otra parte”, y siguió (porque la puerta no se abrió jamás) con la puerta cerrada, mientras hombres y mujeres de Macondo agonizaban frente a ella. La multitud habría sido capaz de todo esa noche. Se disponían a incendiar la casa y reducir a cenizas a su único habitante…Mientras el rencor crecía, se ramificaba, se convertía en una virulencia colectiva, que no daría tregua a Macondo.” Los vecinos juraron dejar su cadáver insepulto.

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El viejo coronel , su hija y el nieto piensan en torno al féretro. Cada uno tiene su monólogo interior joyceano. Ven la realidad desde sus perspectivas peculiares. Gabriel García Márquez afirma en “Vivir para contarla” (2002) que como reportero había constatado las contradicciones en las versiones de los distintos testigos presenciales de un suceso. Eso acontece ahora en el cuarto fúnebre. Todos tienen sus propios recuerdos y reflexiones. El médico español José Letamendi dijo: “Quien no filosofa ante un cadáver no tiene entendimiento”. Charles Bukowski lo expresó de otra manera, pero con igual contundencia: “Los funerales hacen ver mejor las cosas”. (Cartero, 1971)

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La hojarasca es la debacle y el odio en Macondo bajo la acción deletérea de la compañía bananera: “Hace diez años, cuando sobrevino la ruina, el esfuerzo colectivo de quienes aspiraban a recuperarse habría sido suficiente para la reconstrucción. Habría bastado con salir a los campos estragados por la compañía bananera; limpiarlos de maleza y comenzar otra vez por el principio. Pero a la hojarasca la habían enseñado a ser impaciente; a no creer en el pasado ni en el futuro. Le habían enseñado a creer en el momento actual y a saciar en él la voracidad de sus apetitos. Poco tiempo se necesitó para que nos diéramos cuenta de que la hojarasca se había ido y de que sin ella era imposible la reconstrucción. Todo lo había traído la hojarasca y todo se lo llevó la hojarasca.”

 

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El coronel quiere enterrar el cadáver de su amigo médico; Isabel, la hija teme la acción de los vecinos opuestos al entierro; y el nieto piensa en la muerte. Los tres son el tiempo en sendas dimensiones, y también la triada nitzschetiana de las transformaciones espirituales  (Así habló Zaratustra, 1883): -coronel (camello) es la costumbre, la hija (el león) es la inconformidad con una vida que siente como ajena porque el padre la ha obligado a asistir al velorio contra su voluntad, el espíritu que busca la libertad; mientras que el nieto (niño) es la esperanza , la renovación, la creatividad.

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El tema sobre negación de la sepultura a un personaje polémico es una reminiscencia de la tragedia de Sófocles llamada Antígona (441 a. C) donde el rey Creonte prohíbe sepultar a Polinices.

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Algunas frases:

-Créame que no soy ateo...Lo que sucede es que me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como pensar que no existe. Entonces prefiero no pensar en eso.

-Con los jazmines sucede lo mismo que con las personas, que salen a vagar de noche después de muertas.

- Nada en este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre.

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Los entresijos de La hojarasca:

En Vivir para contarla Gabriel García Márquez narra todas las dificultades y vicisitudes relacionadas con su primera novela. Cuando la estaba terminando hacía planes para su publicación en diferentes editoriales. La escritura de la obra lo trastornaba: la revisaba y la reescribía constantemente; incluso pensó en no publicarla. “En el futuro, aquello sería una manía. Una vez que me sentía satisfecho con un libro terminado, me quedaba la impresión desoladora de que no sería capaz de escribir otro mejor”. Envió el original de La hojarasca a la Editorial Losada de Buenos Aires, pero fue rechazada con la acotación de que “hay que reconocerle al autor sus excelentes dotes de observador y de poeta”.  Gabo decidió  “aprovechar lo que me fuera útil del veredicto, corregir todo lo corregible según mi criterio y seguir adelante”

Los amigos consolaron a Gabo con el argumento de que esa editorial había rechazado también Residencia en la tierra de Pablo Neruda. Su amigo Alfonso Fuenmayor le dijo:

.—Así que no joda más. Su novela es tan buena como ya nos pareció, y lo único que usted tiene que hacer desde ya es seguir escribiendo.

“Entonces emprendí una nueva corrección sobre las conclusiones de mis amigos. Eliminé un largo episodio de la protagonista que contemplaba desde el corredor de las begonias un aguacero de tres días, que más tarde convertí en el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”. Eliminé un diálogo superfluo del abuelo con el coronel Aureliano Buendía poco antes de la matanza de las bananeras, y unas treinta cuartillas que entorpecían de forma y de fondo la estructura unitaria de la novela. Casi veinte años después, cuando los creía olvidados, partes de esos fragmentos me ayudaron a sustentar nostalgias a lo largo y lo ancho de Cien años de soledad”.