VERSOTERAPIA

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2007

LITERATURA Y MEDICINA

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LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

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sábado, 31 de diciembre de 2022

LOS VIENTOS

 

LOSVIENTOS (2021)

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 


Un cuento de Mario Vargas Llosa sobre la soledad, el futuro de la humanidad , y específicamente de la cultura (la literatura en especial)  ,el arrepentimiento por las cosas malas que hemos hecho, la vejez con sus achaques y la muerte.

1

Osorio, posando de optimista, dice que ahora que han desaparecido los cines tendré que habituarme a ver películas en las pantallas pequeñas. Pero no lo haré; también en esto seguiré fiel a mis viejas aficiones.

2

Ya no se puede decir que haya novelistas; mejor dicho, todos nos hemos vuelto novelistas. Aunque también esto es falso. El único novelista que queda vivo y pataleando en este planeta es el ordenador.

3

 Los lectores aferrados a la tradición, a la novela de verdad, la de Cervantes, Tolstói, Virginia Woolf o Faulkner, no tenemos más remedio que leer a los novelistas muertos y olvidarnos de los vivos.

4

Me gustaba la atmósfera tranquila y algo conventual de la Biblioteca Nacional del Paseo de Recoletos, el silencio religioso de sus salones de lectura, la secreta complicidad entre los que estábamos allí, en nuestras carpetas, leyendo al resplandor de las lamparitas de luz azulada.

5

La vida sin librerías, sin bibliotecas y sin cinemas es una vida sin alma.

6

Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena.

7

La vida sin bibliotecas es una vida muerta.

8

¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función que cumplir en esta vida? ¿Qué sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos con ventaja?

9

Que la muerte me sorprendiera en el sueño era una buena manera de morir.

10

Sobre la inminente muerte : No me consoló imaginar que dentro de pocos minutos (¿segundos?) sabría si existía Dios

lunes, 26 de diciembre de 2022

DE CÓMO DESCUBRÍ AL NIÑO JESÚS.

 

DE CÓMO DESCUBRÍ AL NIÑO JESÚS.




 Edgardo Rafael Malaspina Guerra



1

Dos hechos de mi vida infantil quedaron grabados en mi mente para siempre, aunque al principio no sabía que estaban relacionados; y cuando lo supe sentí mucha tristeza.

2

La llegada del Niño Jesús era esperada por todos nosotros con mucha expectativa y alegría. ¿Qué nos traerá esta vez? ¿Y si me quedo despierto toda la noche podré ver al Niño Jesús? No escribíamos cartas con peticiones al Niño Jesús, por eso la incertidumbre nos invadía, y la sorpresa ya era un regalo adicional. Nos despertábamos a cada rato , y al no ver nada a nuestro lado ,tanteábamos el piso por debajo de la cama con la misma desilusión .Entonces, decidía dormir con el deseo de un pronto amanecer.

3

Los regalos de cada año eran variados, pero también eran los mismos que recibían todos los niños de todos los tiempos: carros, aviones, soldaditos, animales plásticos y revólveres . Yo era muy celoso con esos regalos y los guardaba con sumo cuidado en baúles. Nuestro hermano Carlos ha sido desde siempre un carpintero excelente. Me hizo dos cajones de madera con sus respectivas cerraduras. Uno de esos cajones tenía la forma de una máquina de escribir, o con más precisión:  se parecía a esas cajas registradoras que estaban apareciendo en los almacenes que ya empezaban a desplazar a las pulperías o bodegas que sólo tenían unas gavetas debajo de los mostradores. El otro cajón era un cuadrado de poca altura, de casi un metro y con muchos departamentos de diferentes tamaños para colocar mis tesoros.

4

Me desperté muy temprano . Busqué encima y debajo de la cama. Quité la sabana para cerciorarme de que no había nada. Levanté el colchón y metí la vista por todos los rincones: ¡Nada!

Salí con el rostro compungido. Mi padre me preguntó:

—¿Qué te trajo el Niño Jesús?

Nada.

—¡No puede ser!

—Busqué por todos lados y no encontré nada.

—¿Revisaste los zapatos?

—No.

—Anda y revísalos.

Yo no entendía cómo un regalo podía caber en un zapato,  por eso me quedé pensativo. Mi padre  notó mi asombro y por eso insistió:

—Anda y revisa los zapatos.

Revisé, y en uno de los zapatos toqué una moneda. Era de cinco bolívares de plata, de los llamados “fuertes”.

5

Unos meses antes de este 25 de diciembre al cual nos referimos llegaba yo como siempre a la bodega de mi padre con la vianda del almuerzo que le enviaba mi madre. Vi una sala repleta de personas que evidentemente no eran clientes. Eran curiosos, obreros, un escribano de camisa blanca bien planchada, dos policías con rolos en la cintura, y un juez alto cabeza rapada. Se estaba realizando un embargo. Mi padre sólo observaba resignado pero impasible cómo cargaban hacia un camión las que ya no eran sus pertenencias. Esta escena de ingrato recuerdo era la culminación de una serie de fracasos mercantiles que incluían la perdida de otras propiedades como unas tierras valiosas y ganados. Nuestro padre estaba en la ruina. Ante mi aparecieron sentimientos confusos y melancólicos. Empezaba a entender el duro mundo de los adultos.

6

Acaricié los cinco bolívares de plata e hice una serie de asociaciones (hasta donde me lo permitía mi infantil cerebro) que me condujeron a dos descubrimientos. El primero consistía en que mi padre era el Niño Jesús. De allí su reiterada recomendación para que revisara los zapatos; y de allí también sus viajes a Caracas antes de la Navidad: eran claramente para comprar los regalos. El segundo descubrimiento trataba de la relación entre el embargo, del cual mis ingenuos ojos fueron testigos presenciales,  y el “fuerte”. Mi padre estaba en bancarrota y por lo tanto el Niño Jesús ya no podía traer las vistosas bolsas con regalos caros.

7

Pasaron muchos años. Mi padre, ya muy viejo, me obsequió un “fuerte” del siglo XIX para mi colección de monedas; y yo, sintiendo una gran tristeza como la lejana vez aquella,  no pude evitar recordar el último regalo que me hiciera el Niño Jesús.