GÓGOL
Edgardo
Malaspina
1
En
el 2009 con motivo de cumplirse 200 años del nacimiento de Nikolái Gógol
(1809-1852) en Rusia hubo una especie de gogolomanía: se publicaron sus libros,
se presentaron sus obras de teatro (sobre todo “El inspector”) y su casa-museo
fue un sitio muy visitado.
2
Cuando
estudiaba bachillerato en mi pueblo natal, Las Mercedes del Llano, tenía un
amigo poeta llamado José Barreto. Se sentaba en las aceras por las tardes y
leía en voz alta para su público, conformado por muchachos más jóvenes que él,
y entre quienes me contaba. Un día dijo: voy a leerles un poema llamado Almas
Muertas de un ruso: Gógol. Luego explicó muchas cosas y terminó diciendo que
era un libro de protesta. Barreto tenía ideas comunistoides, y a todas sus
lecturas le buscaba un lado revolucionario. Aquella vez entendí muy poco de lo
que hablaba porque no conocía el sistema de propiedad de la tierra en Rusia con
sus siervos, denominados simplemente “almas”. No obstante, esa velada me sirvió
para interesarme por este escritor; y cuando llegué a Moscú me leí Tarás Bulba
y sus novelas satíricas de Petersburgo.
3
En
una reunión invernal y con unos tragos de vodka
en 2009 la conversación giró hacia Gógol, por supuesto. “Estaba loco y
se la pasaba rezando en sus últimos años”, dijo alguien. Luego, caminando por
las calles de Moscú compré una especie de biografía espiritual de Gógol, y
empecé a leerla.
4
Gógol
era un fanático religioso. Rezaba mucho, asistía a misa todos los días y
visitaba los monasterios y otros lugares sagrados a pie. Daba limosnas a los
mendigos, y cuando no tenía dinero prometía traerlo al día siguiente.
5
Tenía
16 años cuando murió su padre: desde entonces pensaba en la muerte con claros
síntomas de tanatofobia: “Uno debe pensar cada minuto en la muerte para no
pecar”. Le diagnosticaron “una enfermedad nerviosa” en momentos cuando pensaba
que la mejor vida es la del monje (por eso nunca quiso tener relaciones
sexuales con mujeres). Leía sólo libros religiosos. Llenaba cuadernos con
oraciones y cantos litúrgicos. Componía sus propios rezos.
6
Gógol
era un andariego compulsivo por eso llevaba siempre su biblioteca ambulante:
notas de los libros leídos. Era tan introvertido y estaba siempre sumido en sus
pensamientos que su cara tenía aspecto de filósofo, decían. Turguenev lo
catalogó de genio pero con un toque de locura.
7
Gógol
dormía en sillas o muebles, pero no en la cama. Incluso no se quitaba la ropa
ni el calzado. Unos afirman que temía morir en la cama, pero otros creen que lo
hacía por motivos religiosos: practicaba una especie de mortificación corporal
para sacrificarse y agradar a Dios.
8
En
mi práctica médica he visto pacientes que evitan dormir en la cama porque creen
que allí los puede sorprender la muerte. Prefieren dormir sentados “para evitar
que la sangre se vaya a la cabeza”. Eso es tanatofobia.
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