VERSOTERAPIA

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2007

LITERATURA Y MEDICINA

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LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

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miércoles, 22 de julio de 2020

LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA


SOBRE LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA DE HERÓDOTO

(Versión breve)


Edgardo Rafael Malaspina Guerra

1
Se considera que Heródoto de Halicarnaso (484 - 425 a. C) es el padre de la Historiografía con su libro “Los nueve libros de la Historia” (430 a. C), donde narra las guerras entre los griegos y los persas (Guerras Médicas) y la vida de los antiguos egipcios. Habla de Ciro II el Grande, Darío I y Cambises II. Heródoto explica que su tarea consiste en escribir para contrarrestar la acción del olvido con respecto a muchos hechos sobre los cuales tuvo conocimiento, y de esta manera inaugura una nueva ciencia: la Historia.
2
La Historia de Heródoto es también un libro de viajes con descripciones de ciudades, pobladores, costumbres y tradiciones. Heródoto observa, indaga y obtiene información de la gente, cita textos de autores que le precedieron, hace análisis y comparaciones.
3
Los sueños y la realidad se confunden. Hay intérpretes de los cuadros oníricos, oráculos y pitias. Los dioses se manifiestan para cambiar el rumbo del accionar humano. Los encantamientos y la hechicería son parte de la cotidianidad y se hace efectiva para cambiar causas y destinos. Heródoto no siempre acepta las explicaciones mitológicas de los acontecimientos y se conforma con citarlos, acotando que ciertos hechos prodigiosos son simples leyendas: hombres con un solo ojo en la frente o en el pecho. Otros que nacen calvos y así serán toda la vida. Otros más, no hablan, sino que chillan como murciélagos. Los lotófagos de la Odisea viven en Libia. En el reino animal hay unicornios, burros con cuernos y ratones con dos patas. Ríos que se forman repentinamente para auxiliar a los sedientos, y otros que desaparecen cuando miles de soldados beben de sus lechos y sus caballos abrevan. Heródoto es uno de los primeros creadores del realismo mágico y de la historia fabulada.
4
La lectura de los interminables libros de Heródoto se me hizo muy amena porque imaginé que mi abuela Matilde me contaba cuentos. Es tan fantástico como leer el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Al fin y al cabo, en la Unión Soviética los textos sagrados del judaísmo y el cristianismo eran publicados con el modestísimo y atractivo nombre de Cuentos de la Biblia. A los jerarcas soviéticos se les puede imprecar de ser ateos, pero es innegable su tino a la hora de precisar un género literario.
5
Cada libro está dedicado a una musa, a unos acontecimientos realmente históricos y a otros emanados de la ficción. Eso está en Wikipedia y otros muchos portales. Yo me referiré a lo que me llamó la atención como médico o como simple lector curioso.
Libro I:
Caudalismo:
Heródoto habla de Candaules y Giges. El primero dio nombre al candalismo: excitación de ver a la pareja exponerse sexualmente, desnudarse o realizar actos sexuales con otra persona; mientras que el segundo es usado por Platón en su República para ilustrar los poderes de un anillo que hacía invisible a su poseedor.
Los enfermos consultan a los que padecieron el mal para copiar el tratamiento.
En Babilonia y otros pueblos hay una ley relacionada con la medicina que a Heródoto le parece discreta:  Cuando uno está enfermo, le sacan a la plaza, donde consulta sobre su enfermedad con todos los concurrentes, porque entre ellos no hay médicos. Si alguno de los presentes padeció la misma dolencia o sabe que otro la haya padecido, manifiesta al enfermo los remedios que se emplearon en la curación, y le exhorta a ponerlos en práctica. No se permite a nadie que pase de largo sin preguntar al enfermo el mal que lo aflige.
Ciro el Grande bebe sangre después de muerto.
Ciro el Grande quiere la sangre de los masagetas, dirigidos por la reina Tomiris. Van a la guerra y Ciro es muerto en combate. Tomiris corta su cabeza y la sumerge en una tinaja con sangre para satisfacer los deseos del persa.
Libro II:
En una parrillada en Egipto mostraban un ataúd para recordar lo que  nos espera.
En los convites que se dan entre la gente rica y regalada se guarda la costumbre de que acabada la comida pase uno alrededor de los convidados, presentándoles en un pequeño ataúd una estatua de madera de un codo o de dos a lo más, tan perfecta, que en el aire y color remeda al vivo un cadáver, y diciendo de paso a cada uno de ellos al presentársela y enseñarla: “¿No le ves? mírale bien: come y bebe y huelga ahora, que muerto no has de ser otra cosa que lo que ves.” Comentario: una vez asistí a un banquete donde las carnes eran asadas sobre una parrillera en forma de féretro.
Libro III
Hormigas del tamaño de un perro extraen oro en vez de arena.
Otra nación de indios se halla fronteriza a la ciudad de Caspatiro y a la provincia Pactica, y situada hacia el Bóreas al Norte. Estos pueblos roban el oro a unas hormigas   de tamaño poco menor que el de un perro y mayor que el de una zorra, de las cuales cazadas y cogidas allí se ven algunas en el palacio del rey de Persia. Al hacer estos animales su hormiguero o morada subterránea, van sacando la arena a la superficie de la tierra, como lo hacen en Grecia nuestras hormigas, a las que se parecen del todo en la figura. La arena que sacan es oro puro molido, y por ella van al desierto los indios señalados.
Libro IV.
Dolor de madre.
Cuando Heródoto habla del mal de madre se refiere al dolor del útero y de los ovarios.
Beber la sangre del enemigo. Cráneos y piel humana para fabrican utensilios.
 Acerca de sus usos y conducta en la guerra, el escita bebe luego la sangre al primer enemigo que derriba, toma su cráneo y lo prepara como vaso para beber. Además, corta su piel, “ya que el cuero humano, recio y reluciente, sin duda adobado saldría más blanco y lustroso que ninguna de las otras pieles”.
Libro V         
Llorar al recién nacido y alegrarse cuando alguien muere.
Llevo dicho de antemano qué modo de vivir siguen los Getas atanizontes (o defensores de la inmortalidad). Los Trausos, si bien imitan en todo las costumbres de los demás tracios, practican no obstante sus usos particulares en el nacimiento y en la muerte de los suyos; porque al nacer alguno, puestos todos los parientes alrededor del recién nacido, empiezan a dar grandes lamentos, contando los muchos males que lo esperan en el discurso de la vida, y siguiendo una por una las desventuras y miserias humanas; pero al morir uno de ellos, con muchas muestras de contento y saltando de placer y alegría, le dan sepultura, ponderando las miserias de que acaba de librarse y los bienes de que empieza a verse colmado en su bienaventuranza.
Libro VI.
Caballos que bailan.
Los sibaritas provenían de Sibaris, una ciudad griega. Eran dados al lujo y al ocio. Sus caballos bailaban al son de la música. Cuando los sibaritas se enfrentaron a la ciudad de Crotona, ésta contrató músicos que en plena batalla hicieron tocar sus instrumentos, por lo que los caballos de los sibaritas se pusieron a bailar y fueron fácil presa de sus enemigos, que destruyeron la ciudad.
Libro VII.
Los sueños.
Esto de soñar no es cosa del otro mundo. ¿Queréis que yo, que en tantos años os aventajo, os diga en qué consisten esos sueños que van y vienen para la gente dormida? Sabed que las especies de lo que uno piensa entre día esas son las que de noche comúnmente nos van rodando por la cabeza.
El alma está en los oídos.
En los oídos mismos reside el alma, la cual, cuando se habla bien, da parte de su gusto a todo el cuerpo, y cuando mal, se entumece e irrita.
Jerjes, uno de los primeros nihilistas.
Jerjes: “Al contemplar mi armada me ha sobrecogido un afecto de compasión, doliéndome de lo breve que es la vida de los mortales, y pensando que de tanta muchedumbre de gente ni uno sólo quedará al cabo de cien años”.
Libro VIII
¡Cuidado con los enemigos virtuosos!
Entretanto, ciertos aventureros naturales de Arcadia, pocos en número, faltos de medios y deseosos de tener a quien servir para ganarse la vida, se pasaron a los persas. Conducidos a la presencia del rey, preguntáronles los persas, llevando uno la voz en nombre de todos, qué era lo que entonces estaban haciendo los griegos. Respondieron ellos que celebraban los juegos olímpicos, habiendo concurrido a los certámenes gímnicos y corridas de caballos. Preguntó el persa cuál era el premio propuesto por cuyo goce contendían, a lo que respondieron que la presea consistía en una corona de olivo que allí se daba .Entonces fue cuando oyendo esto Tritantegmes, hijo de Artabano, prorrumpió en un dicho finísimo, si bien le costó ser tenido del rey por traidor y cobarde; pues informado de que el premio, en vez de dinero, era una guirnalda, no pudo contenerse sin decir delante de todos: —“Bravo, Mardonio, ¿contra qué especie de hombres nos sacas a campaña, que no se las apuestan sobre quién será más rico, sino más virtuoso?”.
Libro IX
La muerte de Masistes
Esto cuerpo, al que se agregó una partida de ballesteros, fue entre todos los griegos que se hallaban presentes el que quiso, apostado en Eritras, relevar a los megarenses. Emprendida de nuevo la acción, duró por algún tiempo, terminando al cabo del siguiente modo: Acaeció que peleando sucesivamente por escuadrones la caballería persiana, habiéndose adelantado a los demás el caballo en que montaba Masistio, fue herido en un lado con una saeta. El dolor de la herida hízole empinar y dar con Masistio en el suelo. Corren allá los atenienses, y apoderados del caballo logran matar al general derribado, por más que procuraba defenderse, y por más que al principio se esforzaban en vano en quitarle la vida. La dificultad provenía de la armadura del general, quien, vestido por encima con una túnica de grana, traía debajo una loriga de oro de escamas, de donde nacía que los golpes dados contra ella no surtiesen efecto alguno. Pero notado esto por uno do sus enemigos, metióle por un ojo la punta de la espada, con lo cual, caído luego Masistio, al punto mismo espiró.










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