NOVELA
DE AJEDREZ :UN LIBRO CONTRA LA SOLEDAD
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
1
Novela
de ajedrez (1941) del escritor austriaco Stefan Zweig (1981-1942) es un ejemplo
de la capacidad del hombre para infligir dolor a través de la tortura
psicológica, pero también de la fortaleza y resiliencia de la víctima para
soportar el suplicio y salir airoso.
2
Czentovic,
campeón mundial de ajedrez, es derrotado en un barco por el doctor B, que
prácticamente tenía un cuarto de siglo sin jugar. Los interminables ejercicios
mentales con un libro, repasando los encuentros entre ases de los trebejos y el
tablero le sirvieron al doctor B de tabla de salvación en su encierro.
3
El
doctor B, aislado en un cuarto de hotel siente el tormento de la soledad.
Pascal dijo: “Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser
capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”. Un libro se
convirtió en su único consuelo.
4
El
doctor B roba un libro, y ese libro lo salva de la locura. Aunque después de
tanto leerlo, una y otra vez, le diagnostiquen “intoxicación ajedrecística”.
Frases
1
¡Un
LIBRO! Hacía cuatro meses que no tenía un libro en las manos y ahora, la sola
idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola
idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos,
frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para
atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de
serenarme.
2
Sólo
con pensar que podía tocar un libro con las manos, aunque fuera a través de la
ropa del bolsillo, ya me ardían los dedos hasta la raíz de las uñas.
3
A
través de la ropa conseguí percibir, en efecto, una cosa cuadrada, una cosa
flexible y que crujía levemente: ¡un libro!
4
Y
una idea me atravesó el cerebro como un relámpago: «¡Róbalo! ¡Tal vez lo
consigas y puedas esconderlo en la celda y después leer, leer, leer, por fin
volver a leer!»
Gabriel
García Márquez escribió en Vivir para contarla ( 2002): “Robar un libro no es
un delito, pero es un pecado”.
5
Usted
se imaginará sin duda que no perdí ni un instante antes de coger el libro,
contemplarlo, leerlo. ¡Nada de eso! Quería antes que nada agotar el placer de
tenerlo, el placer deliciosamente contenido de adivinar qué clase de libro
sería aquel que había robado, el placer dulcemente enervante de imaginarme cómo
debía de ser.
6
De
letra bien pequeña, de renglones apretados, con mucha letra y un sinnúmero de
hojas bien delgadas para poder leer más tiempo. Y además quería también que
fuese una obra que exigiese de mí un gran esfuerzo intelectual; que no fuese
nada superficial ni fácil de leer, que se pudiera estudiar, aprender de
memoria, poesía, y a ser posible — qué temeridad— Goethe u Homero.
7
Pero
al final ya no pude contener mi ansiedad ni mi curiosidad por más tiempo.
Tendido en la cama para que el guardián no pudiese sorprenderme si abría de
improviso la puerta, saqué con manos temblorosas el libro de entre mis ropas.
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