PLATERO
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
(La
belleza hace eterno el momento fugaz.)
I
Cuando
leí “El idiota” (1868-1869) de Dostoyevski , el príncipe Lev Myskhin en pleno
ataque epiléptico luego de escuchar el rebuzno de un asno sale de las brumas de
la tristeza que le acometían luego de esos episodios.
“Aquel asno hizo una impresión terrible, y no
sé por qué me fue enormemente simpático, y al mismo tiempo, de pronto, pareció
hacerse luz en mi cerebro”.
Este
párrafo me hizo recordar uno de los libros más hermosos y poéticos que se haya
escrito sobre los animales: “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez.
II
Platero
(1914) de Juan Ramón Jiménez es un cuento sobre la naturaleza en todas sus
manifestaciones , una poesía dedicada a todos los animales a través de un
borrico: Platero. Es un relato lírico sobre sobre la fauna y la flora. Una
conversación de un hombre con su burrito, así como nosotros solemos conversar
con nuestras mascotas y le confiamos nuestros pareceres y angustias porque nos
inspiran gran confianza. En una prosa poética el autor habla al niño que todos
los adultos llevamos dentro de nuestras almas.
III
En
Platero hay, además de otros burritos, cabras, perros, gorriones, grillos,
mariposas, tortugas en medio de jardines, campos y bosques. Hay ríos y mares.
Bellos amaneceres y atardeceres en todas las estaciones del año. Pero no es un
libro infantil. Es una obra sobre la filosofía de la vida donde el amor es lo
único eterno porque la muerte todo lo inmaterializa y sólo queda la idea: la
idea, precisamente, del amor: “Encontré a Platero echado en su cama de paja,
blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara...
A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había
hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al
cielo”
“Un
momento, Platero, vengo a estar con tu muerte. No he vivido. Nada ha pasado.
Estás vivo y yo contigo”.
IV
Frases
1
Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro.
2
La belleza hace eterno el momento
fugaz.
3
Dulce
Platero trotón, burrillo mío, que llevaste mi alma tantas veces —¡sólo mi
alma!— por aquellos hondos caminos de nopales, de malvas y de madreselvas.
4
Esta
tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el
huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado
la tierra húmeda de grandes lirios amarillos.
5
¡Tu
vida es tan sencilla como el camino corto del Cementerio viejo!
6
La
noche cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes perduran tras
la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de campanillas, de
fragancia de hierba,
de
canciones, de cansancio y de anhelo.
7
Mira,
Platero, qué de rosas caen por todas partes: rosas azules, rosas blancas, sin
color... Diríase que el cielo se deshace en rosas.
8
-Tú,
Platero, estás solo en el pasado. Pero ¿qué más te da el pasado a ti, que vives
en lo eterno, que, como yo aquí, tienes en tu mano, grana como el corazón de
Dios perenne, el sol de
cada
aurora?
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