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2007

LITERATURA Y MEDICINA

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LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

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martes, 22 de marzo de 2022

EL JUEGO DE LOS ABALORIOS

 




EL JUEGO DE LOS ABALORIOS

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

En El juego de los Abalorios (1943) de Herman Hesse se narra la vida de Josef Knecht y su participación en la Orden del Juego de los Abalorios, organización que pretende reunir los saberes universales. Este juego comprende todos los conocimientos materiales y espirituales, las ciencias y las artes, la filosofía, la historia, la religión, un nuevo alfabeto, la poesía, el teatro, las matemáticas , los idiomas, la educación, la meditación, los sueños, las traducciones, las bibliotecas;  la verdad que se vive, pero no se enseña; en fin, El juego de los Abalorios es una teoría general de la cultura, lo espiritual , lo intelectual. Todo estos campos del saber tiene un eje transversal: la música.

El juego de los Abalorios es un sustituto de las artes, un estudio de los contrarios de los sujetos, no de los objetos.

El juego de los Abalorios es un instrumento para filosofar, es arte por el arte,autoregocijo espiritual. Es también una loa al enciclopedismo. Es vida contemplativa más que activa.

El juego de los abalorios está estructurado a modo de lengua universal y método para expresar todas las ideas y todos los valores espirituales y artísticos, reduciéndolos a una especie de común denominador.

En el juego de los abalorios debe ser todo posible, incluso la eventualidad de que determinada planta converse en latín con el señor Linneo.

La trama fundamental acontece en Castalia, lo que remite a la fuente mitología griega de purificación en el santuario de Delfos, porque ser miembro de la orden es comparable a un apostolado a un sacerdocio.

 

 

1

En el principio el juego fue sólo una ingeniosa forma de ejercitar la memoria .

2

La fe y la duda se complementan.

3

Historia:

-Escribir Historia, aunque se haga con la debida sobriedad y con el mayor deseo de ser objetivo, sigue siendo y será literatura, y su tercera dimensión es la ficción.

-Creemos haber descubierto en la historia algunas leyes y tratamos de tenerlas presentes para el conocimiento de la verdad histórica.

-Aquel que hace historia puede llevar consigo, lo concedo, la emocionada fe infantil en el poder ordenador de nuestro espíritu y de nuestros métodos, pero, a pesar de ello, debe tener mucho respeto ante lo inconcebible de la verdad, la realidad, la univocidad del suceder.

-Hacer historia presupone por lo mismo la convicción de que con ello se aspira a algo imposible y, sin embargo, necesario y sumamente importante. Hacer historia significa: abandonarse al caos, pero mantener la fe en el orden y en el sentido. Es un cometido muy serio, joven, y tal vez trágico.

-Los grandes hombres son para la juventud las pasas de uva en la torta de la historia del mundo; pertenecen ciertamente a su verdadera sustancia, y no es tan simple ni fácil, como se podría creer, discernir a los verdaderamente grandes de los que lo son en apariencia solamente. En estos últimos, el instante histórico y su valorización y su percepción dan la apariencia de la grandeza; no faltan historiadores y biógrafos, no hablemos de periodistas, para quienes esta valorización y percepción del momento histórico significan que el buen éxito momentáneo es ya un signo de la grandeza.

-El cabo que de la noche a la mañana se convierte en dictador, o la cortesana que por un tiempo determinado logra prevalecer en la buena o mala voluntad de un dominador del mundo, son las figuras favoritas de algunos historiadores.

-Y los jovencitos idealistas, a la inversa, prefieren los trágicamente fracasados, los mártires, los que llegaron un segundo demasiado temprano o demasiado tarde.

-Para mí, que ante todo soy un historiador de nuestra Orden benedictina, lo más atrayente, admirable y digno de estudio no son las intentonas y los triunfos o los fracasos; mi amor y mi insaciable curiosidad están dedicados a fenómenos como el de nuestra Congregación, a las organizaciones de muy larga vida en las que se busca reunir hombres por el intelecto y el alma, educarlos y transformarlos, ennoblecerlos en una aristocracia capaz de servir y de mandar, no por la sangre, sino por la educación, no por la eugenesia sino por el espíritu.

-Nada me ha subyugado tanto en la historia de los griegos como los empeños de la Academia pitagórica o de la platónica, frente al cielo estelar de los héroes o el insistente alboroto de las “ágoras”; en la historia china solamente el hecho de la larga vitalidad del confucianismo, y en nuestra historia occidental me han parecido valores históricos de primera categoría sobre todo la Iglesia cristiana y las Órdenes que la sirven o se han servido en ella. El que un aventurero tenga suerte alguna vez y conquiste o funde un reino, que luego perdura.

-Los hombres realmente grandes de la historia universal o bien supieron dedicarse a la meditación, todos, o bien conocieron inconscientemente el camino por el cual nos lleva la meditación. Los otros, aun los más dotados y fuertes, al final fracasaron y sucumbieron, porque su cometido o su ambicioso sueño los invadió, los poseyó y los convirtió en posesos de tal manera que perdieron la facultad de liberarse cada vez y alejarse de lo actual.

-En realidad, corresponde en absoluto al gusto del historiador hasta dónde hacer remontar en el pasado los comienzos y la prehistoria del juego de abalorios. Porque como todas las grandes ideas, no tiene realmente un comienzo, sino que como idea existió siempre.

-La historia universal es la narración interminable, sin alma, cansadora, del dominio de los débiles por los fuertes, y pretender relacionar la verdadera y real historia, la historia nada temporal del espíritu con esta tonta riña vieja como el mundo de los ambiciosos por el poder y de los aspirantes a un lugar bajo el sol y a un tratar de explicarla con ella, es realmente una traición al espíritu.

-La historia universal era una carrera en el tiempo, una carrera por la victoria, el poder, los tesoros, y en ella sólo importaba no perder el momento oportuno para aquel que tenía bastante fuerza, suerte o vulgaridad.

-Los hechos del espíritu, de la cultura, del arte en cambio son exactamente todo lo contrario, un estallido, una evasión de la esclavitud del tiempo, un deslizarse del hombre fuera de la inmundicia de sus instintos y de su inercia hacia otros planos, en lo eterno, en lo carente de tiempo, en lo divino, total y absolutamente nada histórico y aun antihistórico.

-El interés por la historia universal, bien lo sabéis, es entre nosotros los castalios sumamente débil; más aún, no sólo falta a la mayoría de nosotros interés, sino aun justicia por la historia, respeto por ella. Esta desviación del culto de la historia universal, mezcla de indiferencia y falsa superioridad, me incitó a menudo a indagar, y he encontrado que tiene dos causas. En primer lugar, el contenido (o aun los contenidos) de la historia —me refiero naturalmente a la historia del espíritu y de la cultura, que tanto cuidamos— nos parece un poco inferior en valía; la historia universal consiste, según la idea que tenemos de ella, en brutales luchas por el poder, por bienes, tierras, materias primas, dinero, en fin, por lo material y cuantitativo, por cosas que consideramos no espirituales y más bien despreciables. Para nosotros, el siglo XVII es la época de Descartes, Pascal, Froberger, Schuetz, no la de Cromwell o de Luis XIV. El segundo motivo básico de nuestro miedo a la historia universal reside en nuestra desconfianza heredada y en gran parte, según opino, justificada, por una determinada suerte de consideración y redacción de la historia, muy en boga en la época de la decadencia, antes de la fundación de nuestra Orden, y en la que de antemano no tenemos la menor confianza: la llamada filosofía de la historia, cuyo florecimiento más espiritual y al mismo tiempo cuyo efecto más peligroso encontramos en Hegel, pero que en el siglo que le siguió, desembocó en la más antipática falsificación histórica y en la desmoralización del sentido de la verdad. La preferencia por la llamada filosofía de la historia constituye para nosotros una de las características capitales de aquella época de marasmo espiritual y luchas políticas por el poder de vasto alcance, que a veces denominamos el “siglo guerrero”, pero más a menudo “época folletinista”. De la lucha contra su espíritu —o ausencia de espíritu—, y la victoria sobre el mismo, sobre las ruinas de aquella época, nació nuestra actual cultura, nació la Orden y nació Castalia.

- Pero es propio de nuestra soberbia moral enfrentar a la historia universal, especialmente a la moderna, casi en la misma forma en que lo hacia el asceta o el ermitaño del primitivo cristianismo con el escenario del mundo. La historia nos parece un campo alborotado de instintos y modas, ambiciones y codicias, anhelo del poder y los bienes, el deseo de matar, la violencia, las destrucciones y las guerras, los ministros orgullosos y ambiciosos, los generales vendidos, las ciudades bombardeadas, y olvidamos demasiado fácilmente, demasiado ligeramente, que éste es sólo uno de sus aspectos. Y olvidamos sobre todo que nosotros también somos un trozo de historia, algo devenido, algo condenado a morir, si perdemos la facultad de nuevo devenir y transformarse. Nosotros mismos somos historia y tenemos nuestra responsabilidad en la historia del mundo y en nuestra situación. Nos falta firme conciencia de esta responsabilidad.

-No era ya realmente un placer ni un honor ser sabio o literato: aquel que se colocaba a las órdenes de los poderosos y del lema (falsamente llamado ideal) tenía, sí, cargos y pan, pero también el desprecio de los mejores entre sus colegas y seguramente también sus remordimientos tenaces; aquel que se negaba a servir, debía padecer hambre, vivir a salto de mata y morir en la miseria o en el destierro. Se realizó una selección cruel, indeciblemente cruel. No sólo decayó rápidamente la investigación, en cuanto no fuera necesaria o útil para fines de dominio y de guerra, sino también toda la instrucción común.

Ante todo, se simplificó y se alteró por completo la historia universal, en lo que se refería exclusivamente a cada una de las naciones por momentos triunfantes; la filosofía de la historia y el folletín dominaron hasta en las escuelas primarias...

-La historia universal consiste en toda una serie de amos , caudillos y, gobernadores y jefes que empiezan bien y terminan muy mal.

-Ocuparse de la Historia presupone saber que se intenta algo imposible y no obstante necesario. Significa abandonarse al caos y mientras tanto conservar la fe en el orden y en el sentido.

-Los grandes hombres son para la juventud las pasas en el pastel de la Historia.

4

Toda ciencia es, entre otras cosas, un ordenar, un simplificar, un tornar digerible para el espíritu lo indigerible.

5

Sólo cuando se ha perdido alguna vez el rumbo, se ve lo inexorable de esta verdad.

6

Las normas, el alfabeto y la gramática del juego representan una especie de idioma secreto muy desarrollado, en el cual participan varias ciencias y artes, sobre todo las matemáticas y la música.

7

El juego de abalorios es, por lo tanto, un juego con todos los contenidos y valores de nuestra cultura; juega con ellos como tal vez, en las épocas florecientes de las artes, un pintor pudo haber jugado con los colores de su paleta.

8

Lo que la humanidad produjo en conocimientos elevados, conceptos y obras de arte en sus periodos creadores, lo que los períodos siguientes de sabia contemplación agregaron en ideas y convirtieron en patrimonio intelectual, todo este enorme material de valores espirituales es usado por el jugador de abalorios.

9

Espíritus como Abelardo, Leibniz y Hegel conocieron, sin duda, el sueño de apresar el universo espiritual en sistemas concéntricos y de fundir la belleza viviente de lo espiritual y del arte en la hechicera fuerza formuladora de las disciplinas exactas.

10

La relación de nuestra cultura con la música tiene un antiquísimo modelo sumamente respetable; el juego de abalorios le otorga elevada veneración. En la China legendaria de los “antiguos reyes”, debemos recordarlo, se atribuía a la música un papel directivo en la vida estatal y cortesana; hasta se identificaba el bienestar de la música con el de la cultura y la moral y aun del reino, y los maestros de música debían velar severamente por la conversación y la pureza del “antiguo lenguaje musical.

11

El juego fue, en principio, solamente una ingeniosa forma de ejercicio de memoria y combinaciones entre estudiantes y músicos.

12

El juego no era mero ejercicio ni mera diversión, era concentrado autosentido de una disciplina del espíritu; lo practicaban especialmente los matemáticos con virtuosismo a la vez ascético y deportivo, y formal seriedad, y hallaban en esto un gozo que les ayudaba a soportar la renuncia, entonces ya consecuentemente realizada de lo espiritual, a todo goce y esfuerzo mundanos.

13

“Consideramos la música clásica como el extracto y la esencia de nuestra cultura, porque es su gesto y su expresión más clara y explicativa. Poseemos en esta música le herencia de la

antigüedad y del cristianismo, un espíritu de más alegre y valiente piedad, una moral insuperablemente caballeresca.

14

El juego de los Abalorios es suma y encarnación de lo espiritual y lo sinfónico, culto sublime, unión mística.

15

En todos los tiempos, estuvo estrechamente emparentado con la música y generalmente se desarrolló de acuerdo con reglas musicales o matemáticas.

16

Todo juego había sido un enfilar, ordenar, agrupar y oponer ideas concentradas de muchos campos del pensar y la belleza, un rápido recordar valores y formas ultratemporales, un breve vuelo virtuosista por los reinos del espíritu. Sólo más tarde penetró también poco a poco sustancialmente en el juego el concepto de la contemplación y, sobre todo, de los usos y las costumbres de los peregrinos de Oriente.

Se había hecho visible el inconveniente de que artistas de la memoria, sin otras virtudes, efectuaran juegos virtuosistas y deslumbrantes y pudieran sorprender y confundir a los participantes con la rápida sucesión de innúmeras ideas.

17

Las figuras y fórmulas del juego de abalorios construían, musicaban y filosofaban en una lengua universal que era alimentada por todas las ciencias y las artes, jugándose en anhelos por lo perfecto, por el ser puro, colmado de realidad total.

18

¡La verdad existe, querido! Mas no existe la “doctrina” que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, la única que da la sabiduría. Tampoco debes anhelar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la perfección de ti mismo. La divinidad está en ti, no en las ideas o en los libros. ¡La verdad se vive, no se enseña!

19

Las abstracciones son encantadoras, pero sostengo que es necesario también respirar aire y comer pan.

20

No existe vida noble y elevada sin el conocimiento del demonio o de los demonios, y sin la lucha constante contra ellos.

21

Cualquier gran sentimiento, cualquier pasión legítima, cualquier agitación anímica es vigilada, enderezada y neutralizada en seguida por la terapia de la meditación.

La vida de los instintos es sometida con la meditación.

22

La profundidad del universo no está allí donde están las nubes y las tinieblas, sino donde está la claridad y la alegría.

23

Si me es lícito pedirte algo, antes de acostarte contempla todavía un rato estas bahías y estos estrechos de mar con tantas estrellas y no rechaces los pensamientos y los sueños que tal vez acudan a ti.

24

La afirmación de toda la realidad, el estar despierto al borde de todas las cimas y los abismos, una virtud de los santos y los caballeros; y no puede ser destruida y crece cada vez más con la edad y la proximidad de la muerte. Es el secreto de la belleza y la verdadera sustancia de todo arte. El poeta que canta lo magnífico y lo terrible de la vida en el paso de danza de sus versos, el músico que lo hace resonar como presente puro, son portadores de luz, acrecentadores de la alegría y la claridad sobre la tierra, aunque nos lleven antes a través de las lágrimas y las tensiones dolorosas.

25

Tal vez el poeta cuyos versos nos encantan es un hombre en triste soledad y el músico un soñador melancólico, pero aun así su obra participa de la alegría de los dioses y las estrellas. Lo que nos da no es su tiniebla, su dolor o su temor, es una gota de luz pura, de alegría eterna.

26

Pero ahora debes llevarte al sueño un oído lleno de música. La mirada en el cielo estrellado y un oído saturado de música antes de acostarse, son el mejor de los somníferos.

27

No podría sostener la petición platónica de que el sabio, el hombre culto, debe dominar en el Estado.

28

El hombre culto que como orador, escritor o maestro dice a sabiendas una falsedad, no sólo obra contra leyes orgánicas fundamentales, sino que, además, a pesar de toda apariencia del momento, no hace ningún bien a su pueblo, sino un grave daño, le corrompe el aire y la tierra, el alimento y la bebida, le envenena el pensar, le conculca el derecho, y ayuda a todo lo malo y hostil que amenaza con la destrucción del pueblo.

29

El castalio, pues, no debe convertirse en político; debe, sí, en caso de emergencia sacrificar su persona, pero nunca la fidelidad al espíritu. El espíritu es bienhechor y noble solamente en la obediencia a la verdad; si la traiciona, si pierde el respeto, se torna condescendiente o se vende, es lo diabólico en potencia, mucho peor que la bestialidad animal de los instintos, que conserva siempre, a pesar de todo, un residuo de la inocencia natural.

30

Cada comienzo tiene, por lo tanto, un hechizo.

Y en cada comienzo está un hechizo

que nos protege y aún nos ayuda a vivir...

31

Debemos ir alegres por la tierra

sin aferramos nunca como a una patria;

el espíritu no quiere encadenarse.

Grado a grado, nos eleva y ensancha.

32

Cuanto más grande es el poder oficial, tanto más serio y severo es el servicio. Cuanto más fuerte la personalidad, tanto más vedado el arbitrio.

33

Mi vida —así me lo propuse— debería ser un trascender, un avanzar grado a grado; había que atravesar un espacio tras otro; había que superarlos, lo mismo que la música pasa tiempo tras tiempo, tema tras tema, los toca, los acaba y los deja detrás de sí, nunca cansada, nunca dormida, siempre vigilante, siempre perfectamente presente.

34

Y poco a poco descubrí, además, que el educar me hacía más feliz cuanto más jóvenes y sin formación fueran los alumnos. Con los años, esto también, como muchas otras cosas, me llevó a desear alumnos jóvenes y cada vez más jóvenes, a convencerme de que hubiera sido mejor para mí, y más grato, ser maestro en una escuela de principiantes, en resumen, a comprender que mi fantasía, a veces, se ocupaba de cosas que estaban fuera de mis funciones.

35

Para que dos hombres se hagan amigos no hay vía más fácil que el cultivo de la música.

36

La vida natural , ingenua, desprovista de educación espiritual, tiene que concluir en un atolladero y conducir regresivamente hasta lo animal y quizá más atrás aún.

37

Toda meditación devota puede remansar el corazón y llevarlo a la unanimidad con el todo.

38

La música es una de las fuentes primarias de todo orden , costumbres, belleza y salud .

39

¡Con cuánta responsabilidad , esfuerzo y molestia interior se paga toda posición brillante y representativa!

40

Medita cuidadosamente .Si el ocio te resultase demasiado largo dedica diariamente algunas horas , no más de cuatro, a realizar con regularidad un trabajo, por ejemplo, el estudio o copia de un manuscrito.

 

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