EL JUEGO DE LOS ABALORIOS
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
En El juego de los Abalorios (1943) de Herman Hesse se
narra la vida de Josef Knecht y su participación en la Orden del Juego de los
Abalorios, organización que pretende reunir los saberes universales. Este juego
comprende todos los conocimientos materiales y espirituales, las ciencias y las
artes, la filosofía, la historia, la religión, un nuevo alfabeto, la poesía, el
teatro, las matemáticas , los idiomas, la educación, la meditación, los sueños,
las traducciones, las bibliotecas; la
verdad que se vive, pero no se enseña; en fin, El juego de los Abalorios es una
teoría general de la cultura, lo espiritual , lo intelectual. Todo estos campos
del saber tiene un eje transversal: la música.
El juego de los Abalorios es un sustituto de las
artes, un estudio de los contrarios de los sujetos, no de los objetos.
El juego de los Abalorios es un instrumento para
filosofar, es arte por el arte,autoregocijo espiritual. Es también una loa al
enciclopedismo. Es vida contemplativa más que activa.
El juego de los abalorios está estructurado a modo de
lengua universal y método para expresar todas las ideas y todos los valores
espirituales y artísticos, reduciéndolos a una especie de común denominador.
En el juego de los abalorios debe ser todo posible,
incluso la eventualidad de que determinada planta converse en latín con el
señor Linneo.
La trama fundamental acontece en Castalia, lo que
remite a la fuente mitología griega de purificación en el santuario de Delfos,
porque ser miembro de la orden es comparable a un apostolado a un sacerdocio.
1
En el principio el juego fue sólo una ingeniosa forma
de ejercitar la memoria .
2
La fe y la duda se complementan.
3
Historia:
-Escribir Historia, aunque se haga con la debida sobriedad
y con el mayor deseo de ser objetivo, sigue siendo y será literatura, y su
tercera dimensión es la ficción.
-Creemos haber descubierto en la historia algunas
leyes y tratamos de tenerlas presentes para el conocimiento de la verdad
histórica.
-Aquel que hace historia puede llevar consigo, lo
concedo, la emocionada fe infantil en el poder ordenador de nuestro espíritu y
de nuestros métodos, pero, a pesar de ello, debe tener mucho respeto ante lo inconcebible
de la verdad, la realidad, la univocidad del suceder.
-Hacer historia presupone por lo mismo la convicción
de que con ello se aspira a algo imposible y, sin embargo, necesario y sumamente
importante. Hacer historia significa: abandonarse al caos, pero mantener la fe
en el orden y en el sentido. Es un cometido muy serio, joven, y tal vez trágico.
-Los grandes hombres son para la juventud las pasas de
uva en la torta de la historia del mundo; pertenecen ciertamente a su verdadera
sustancia, y no es tan simple ni fácil, como se podría creer, discernir a los
verdaderamente grandes de los que lo son en apariencia solamente. En estos últimos,
el instante histórico y su valorización y su percepción dan la apariencia de la
grandeza; no faltan historiadores y biógrafos, no hablemos de periodistas, para
quienes esta valorización y percepción del momento histórico significan que el
buen éxito momentáneo es ya un signo de la grandeza.
-El cabo que de la noche a la mañana se convierte en
dictador, o la cortesana que por un tiempo determinado logra prevalecer en la
buena o mala voluntad de un dominador del mundo, son las figuras favoritas de algunos
historiadores.
-Y los jovencitos idealistas, a la inversa, prefieren
los trágicamente fracasados, los mártires, los que llegaron un segundo
demasiado temprano o demasiado tarde.
-Para mí, que ante todo soy un historiador de nuestra
Orden benedictina, lo más atrayente, admirable y digno de estudio no son las intentonas
y los triunfos o los fracasos; mi amor y mi insaciable curiosidad están
dedicados a fenómenos como el de nuestra Congregación, a las organizaciones de
muy larga vida en las que se busca reunir hombres por el intelecto y el alma,
educarlos y transformarlos, ennoblecerlos en una aristocracia capaz de servir y
de mandar, no por la sangre, sino por la educación, no por la eugenesia sino
por el espíritu.
-Nada me ha subyugado tanto en la historia de los
griegos como los empeños de la Academia pitagórica o de la platónica, frente al
cielo estelar de los héroes o el insistente alboroto de las “ágoras”; en la
historia china solamente el hecho de la larga vitalidad del confucianismo, y en
nuestra historia occidental me han parecido valores históricos de primera
categoría sobre todo la Iglesia cristiana y las Órdenes que la sirven o se han
servido en ella. El que un aventurero tenga suerte alguna vez y conquiste o
funde un reino, que luego perdura.
-Los hombres realmente grandes de la historia
universal o bien supieron dedicarse a la meditación, todos, o bien conocieron
inconscientemente el camino por el cual nos lleva la meditación. Los otros, aun
los más dotados y fuertes, al final fracasaron y sucumbieron, porque su
cometido o su ambicioso sueño los invadió, los poseyó y los convirtió en
posesos de tal manera que perdieron la facultad de liberarse cada vez y
alejarse de lo actual.
-En realidad, corresponde en absoluto al gusto del
historiador hasta dónde hacer remontar en el pasado los comienzos y la
prehistoria del juego de abalorios. Porque como todas las grandes ideas, no
tiene realmente un comienzo, sino que como idea existió siempre.
-La historia universal es la narración interminable,
sin alma, cansadora, del dominio de los débiles por los fuertes, y pretender relacionar
la verdadera y real historia, la historia nada temporal del espíritu con esta
tonta riña vieja como el mundo de los ambiciosos por el poder y de los
aspirantes a un lugar bajo el sol y a un tratar de explicarla con ella, es
realmente una traición al espíritu.
-La historia universal era una carrera en el tiempo,
una carrera por la victoria, el poder, los tesoros, y en ella sólo importaba no
perder el momento oportuno para aquel que tenía bastante fuerza, suerte o
vulgaridad.
-Los hechos del espíritu, de la cultura, del arte en
cambio son exactamente todo lo contrario, un estallido, una evasión de la
esclavitud del tiempo, un deslizarse del hombre fuera de la inmundicia de sus instintos
y de su inercia hacia otros planos, en lo eterno, en lo carente de tiempo, en
lo divino, total y absolutamente nada histórico y aun antihistórico.
-El interés por la historia universal, bien lo sabéis,
es entre nosotros los castalios sumamente débil; más aún, no sólo falta a la
mayoría de nosotros interés, sino aun justicia por la historia, respeto por
ella. Esta desviación del culto de la historia universal, mezcla de
indiferencia y falsa superioridad, me incitó a menudo a indagar, y he
encontrado que tiene dos causas. En primer lugar, el contenido (o aun los
contenidos) de la historia —me refiero naturalmente a la historia del espíritu
y de la cultura, que tanto cuidamos— nos parece un poco inferior en valía; la
historia universal consiste, según la idea que tenemos de ella, en brutales
luchas por el poder, por bienes, tierras, materias primas, dinero, en fin, por
lo material y cuantitativo, por cosas que consideramos no espirituales y más bien
despreciables. Para nosotros, el siglo XVII es la época de Descartes, Pascal,
Froberger, Schuetz, no la de Cromwell o de Luis XIV. El segundo motivo básico
de nuestro miedo a la historia universal reside en nuestra desconfianza
heredada y en gran parte, según opino, justificada, por una determinada suerte
de consideración y redacción de la historia, muy en boga en la época de la
decadencia, antes de la fundación de nuestra Orden, y en la que de antemano no
tenemos la menor confianza: la llamada filosofía de la historia, cuyo florecimiento
más espiritual y al mismo tiempo cuyo efecto más peligroso encontramos en Hegel,
pero que en el siglo que le siguió, desembocó en la más antipática
falsificación histórica y en la desmoralización del sentido de la verdad. La
preferencia por la llamada filosofía de la historia constituye para nosotros
una de las características capitales de aquella época de marasmo espiritual y
luchas políticas por el poder de vasto alcance, que a veces denominamos el
“siglo guerrero”, pero más a menudo “época folletinista”. De la lucha contra su
espíritu —o ausencia de espíritu—, y la victoria sobre el mismo, sobre las
ruinas de aquella época, nació nuestra actual cultura, nació la Orden y nació
Castalia.
- Pero es propio de nuestra soberbia moral enfrentar a
la historia universal, especialmente a la moderna, casi en la misma forma en que
lo hacia el asceta o el ermitaño del primitivo cristianismo con el escenario
del mundo. La historia nos parece un campo alborotado de instintos y modas,
ambiciones y codicias, anhelo del poder y los bienes, el deseo de matar, la
violencia, las destrucciones y las guerras, los ministros orgullosos y
ambiciosos, los generales vendidos, las ciudades bombardeadas, y olvidamos
demasiado fácilmente, demasiado ligeramente, que éste es sólo uno de sus
aspectos. Y olvidamos sobre todo que nosotros también somos un trozo de
historia, algo devenido, algo condenado a morir, si perdemos la facultad de
nuevo devenir y transformarse. Nosotros mismos somos historia y tenemos nuestra
responsabilidad en la historia del mundo y en nuestra situación. Nos falta
firme conciencia de esta responsabilidad.
-No era ya realmente un placer ni un honor ser sabio o
literato: aquel que se colocaba a las órdenes de los poderosos y del lema
(falsamente llamado ideal) tenía, sí, cargos y pan, pero también el desprecio
de los mejores entre sus colegas y seguramente también sus remordimientos
tenaces; aquel que se negaba a servir, debía padecer hambre, vivir a salto de
mata y morir en la miseria o en el destierro. Se realizó una selección cruel,
indeciblemente cruel. No sólo decayó rápidamente la investigación, en cuanto no
fuera necesaria o útil para fines de dominio y de guerra, sino también toda la
instrucción común.
Ante todo, se simplificó y se alteró por completo la
historia universal, en lo que se refería exclusivamente a cada una de las
naciones por momentos triunfantes; la filosofía de la historia y el folletín
dominaron hasta en las escuelas primarias...
-La historia universal consiste en toda una serie de
amos , caudillos y, gobernadores y jefes que empiezan bien y terminan muy mal.
-Ocuparse de la Historia presupone saber que se intenta
algo imposible y no obstante necesario. Significa abandonarse al caos y
mientras tanto conservar la fe en el orden y en el sentido.
-Los grandes hombres son para la juventud las pasas en
el pastel de la Historia.
4
Toda ciencia es, entre otras cosas, un ordenar, un
simplificar, un tornar digerible para el espíritu lo indigerible.
5
Sólo cuando se ha perdido alguna vez el rumbo, se ve
lo inexorable de esta verdad.
6
Las normas, el alfabeto y la gramática del juego
representan una especie de idioma secreto muy desarrollado, en el cual
participan varias ciencias y artes, sobre todo las matemáticas y la música.
7
El juego de abalorios es, por lo tanto, un juego con
todos los contenidos y valores de nuestra cultura; juega con ellos como tal vez,
en las épocas florecientes de las artes, un pintor pudo haber jugado con los colores
de su paleta.
8
Lo que la humanidad produjo en conocimientos elevados,
conceptos y obras de arte en sus periodos creadores, lo que los períodos
siguientes de sabia contemplación agregaron en ideas y convirtieron en
patrimonio intelectual, todo este enorme material de valores espirituales es
usado por el jugador de abalorios.
9
Espíritus como Abelardo, Leibniz y Hegel conocieron,
sin duda, el sueño de apresar el universo espiritual en sistemas concéntricos y
de fundir la belleza viviente de lo espiritual y del arte en la hechicera
fuerza formuladora de las disciplinas exactas.
10
La relación de nuestra cultura con la música tiene un
antiquísimo modelo sumamente respetable; el juego de abalorios le otorga
elevada veneración. En la China legendaria de los “antiguos reyes”, debemos
recordarlo, se atribuía a la música un papel directivo en la vida estatal y
cortesana; hasta se identificaba el bienestar de la música con el de la cultura
y la moral y aun del reino, y los maestros de música debían velar severamente
por la conversación y la pureza del “antiguo lenguaje musical.
11
El juego fue, en principio, solamente una ingeniosa
forma de ejercicio de memoria y combinaciones entre estudiantes y músicos.
12
El juego no era mero ejercicio ni mera diversión, era
concentrado autosentido de una disciplina del espíritu; lo practicaban
especialmente los matemáticos con virtuosismo a la vez ascético y deportivo, y
formal seriedad, y hallaban en esto un gozo que les ayudaba a soportar la
renuncia, entonces ya consecuentemente realizada de lo espiritual, a todo goce
y esfuerzo mundanos.
13
“Consideramos la música clásica como el extracto y la
esencia de nuestra cultura, porque es su gesto y su expresión más clara y
explicativa. Poseemos en esta música le herencia de la
antigüedad y del cristianismo, un espíritu de más
alegre y valiente piedad, una moral insuperablemente caballeresca.
14
El juego de los Abalorios es suma y encarnación de lo
espiritual y lo sinfónico, culto sublime, unión mística.
15
En todos los tiempos, estuvo estrechamente emparentado
con la música y generalmente se desarrolló de acuerdo con reglas musicales o
matemáticas.
16
Todo juego había sido un enfilar, ordenar, agrupar y
oponer ideas concentradas de muchos campos del pensar y la belleza, un rápido
recordar valores y formas ultratemporales, un breve vuelo virtuosista por los
reinos del espíritu. Sólo más tarde penetró también poco a poco sustancialmente
en el juego el concepto de la contemplación y, sobre todo, de los usos y las
costumbres de los peregrinos de Oriente.
Se había hecho visible el inconveniente de que
artistas de la memoria, sin otras virtudes, efectuaran juegos virtuosistas y deslumbrantes
y pudieran sorprender y confundir a los participantes con la rápida sucesión de
innúmeras ideas.
17
Las figuras y fórmulas del juego de abalorios
construían, musicaban y filosofaban en una lengua universal que era alimentada
por todas las ciencias y las artes, jugándose en anhelos por lo perfecto, por
el ser puro, colmado de realidad total.
18
¡La verdad existe, querido! Mas no existe la
“doctrina” que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, la única que da la
sabiduría. Tampoco debes anhelar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la
perfección de ti mismo. La divinidad está en ti, no en las ideas o en los
libros. ¡La verdad se vive, no se enseña!
19
Las abstracciones son encantadoras, pero sostengo que
es necesario también respirar aire y comer pan.
20
No existe vida noble y elevada sin el conocimiento del
demonio o de los demonios, y sin la lucha constante contra ellos.
21
Cualquier gran sentimiento, cualquier pasión legítima,
cualquier agitación anímica es vigilada, enderezada y neutralizada en seguida
por la terapia de la meditación.
La vida de los instintos es sometida con la meditación.
22
La profundidad del universo no está allí donde están
las nubes y las tinieblas, sino donde está la claridad y la alegría.
23
Si me es lícito pedirte algo, antes de acostarte contempla
todavía un rato estas bahías y estos estrechos de mar con tantas estrellas y no
rechaces los pensamientos y los sueños que tal vez acudan a ti.
24
La afirmación de toda la realidad, el estar despierto
al borde de todas las cimas y los abismos, una virtud de los santos y los
caballeros; y no puede ser destruida y crece cada vez más con la edad y la
proximidad de la muerte. Es el secreto de la belleza y la verdadera sustancia
de todo arte. El poeta que canta lo magnífico y lo terrible de la vida en el
paso de danza de sus versos, el músico que lo hace resonar como presente puro,
son portadores de luz, acrecentadores de la alegría y la claridad sobre la
tierra, aunque nos lleven antes a través de las lágrimas y las tensiones
dolorosas.
25
Tal vez el poeta cuyos versos nos encantan es un
hombre en triste soledad y el músico un soñador melancólico, pero aun así su obra
participa de la alegría de los dioses y las estrellas. Lo que nos da no es su tiniebla, su dolor o su temor,
es una gota de luz pura, de alegría eterna.
26
Pero ahora debes llevarte al sueño un oído lleno de
música. La mirada en el cielo estrellado y un oído saturado de música antes de
acostarse, son el mejor de los somníferos.
27
No podría sostener la petición platónica de que el
sabio, el hombre culto, debe dominar en el Estado.
28
El hombre culto que como orador, escritor o maestro
dice a sabiendas una falsedad, no sólo obra contra leyes orgánicas fundamentales,
sino que, además, a pesar de toda apariencia del momento, no hace ningún bien a
su pueblo, sino un grave daño, le corrompe el aire y la tierra, el alimento y
la bebida, le envenena el pensar, le conculca el derecho, y ayuda a todo lo
malo y hostil que amenaza con la destrucción del pueblo.
29
El castalio, pues, no debe convertirse en político;
debe, sí, en caso de emergencia sacrificar su persona, pero nunca la fidelidad
al espíritu. El espíritu es bienhechor y noble solamente en la obediencia a la
verdad; si la traiciona, si pierde el respeto, se torna condescendiente o se vende,
es lo diabólico en potencia, mucho peor que la bestialidad animal de los
instintos, que conserva siempre, a pesar de todo, un residuo de la inocencia
natural.
30
Cada comienzo tiene, por lo tanto, un hechizo.
Y en cada comienzo está un hechizo
que nos protege y aún nos ayuda a vivir...
31
Debemos ir alegres por la tierra
sin aferramos nunca como a una patria;
el espíritu no quiere encadenarse.
Grado a grado, nos eleva y ensancha.
32
Cuanto más grande es el poder oficial, tanto más serio
y severo es el servicio. Cuanto más fuerte la personalidad, tanto más vedado el
arbitrio.
33
Mi vida —así me lo propuse— debería ser un trascender,
un avanzar grado a grado; había que atravesar un espacio tras otro; había que
superarlos, lo mismo que la música pasa tiempo tras tiempo, tema tras tema, los
toca, los acaba y los deja detrás de sí, nunca cansada, nunca dormida, siempre
vigilante, siempre perfectamente presente.
34
Y poco a poco descubrí, además, que el educar me hacía
más feliz cuanto más jóvenes y sin formación fueran los alumnos. Con los años,
esto también, como muchas otras cosas, me llevó a desear alumnos jóvenes y cada
vez más jóvenes, a convencerme de que hubiera sido mejor para mí, y más grato,
ser maestro en una escuela de principiantes, en resumen, a comprender que mi fantasía,
a veces, se ocupaba de cosas que estaban fuera de mis funciones.
35
Para que dos hombres se hagan amigos no hay vía más
fácil que el cultivo de la música.
36
La vida natural , ingenua, desprovista de educación
espiritual, tiene que concluir en un atolladero y conducir regresivamente hasta
lo animal y quizá más atrás aún.
37
Toda meditación devota puede remansar el corazón y llevarlo
a la unanimidad con el todo.
38
La música es una de las fuentes primarias de todo
orden , costumbres, belleza y salud .
39
¡Con cuánta responsabilidad , esfuerzo y molestia
interior se paga toda posición brillante y representativa!
40
Medita cuidadosamente .Si el ocio te resultase
demasiado largo dedica diariamente algunas horas , no más de cuatro, a realizar
con regularidad un trabajo, por ejemplo, el estudio o copia de un manuscrito.
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