LAS
6 REGLAS DE GEORGE ORWELL PARA UNA PROSA CLARA, PRECISA E INTELIGENTE
LIBROS
POR:
JUAN PABLO CARRILLO HERNÁNDEZ - 05/22/2016
PARA
ENFRENTAR LOS RADICALISMOS DE SU TIEMPO, GEORGE ORWELL APOSTÓ POR UN ESTILO DE
ESCRITURA PRECISO E INTELIGENTE
Gracias
a 1984, muchos conocemos bien el nombre de George Orwell. Una novela clave del
género distópico y, en varios sentidos, casi profética, pues si bien se trata
de una metáfora de los regímenes totalitarios de la segunda mitad del siglo XX,
el genio del autor fue casi como un poder clarividente que le permitió ubicar
la tendencia que seguiría el poder político desde entonces y hasta nuestra
época. La famosa figura del “Gran Hermano”, por ejemplo, síntesis del estado de
hipervigilancia al que aspiraban gobiernos como el de Stalin, es ahora una
realidad palpable, si bien aún disimulada con múltiples recursos de distracción
y goce.
Sin
embargo, además de escritor de ficción, Orwell fue también un notable prosista,
autor de ensayos, muchos de los cuales redactó al hilo de importantes
acontecimientos como la Guerra civil española, la ya mencionada Segunda guerra
mundial y, en general, ese entorno más bien bélico, caracterizado por el
radicalismo de las posiciones políticas en apariencia disponibles. Orwell,
devoto de la sensatez y la inteligencia, encontró en la escritura su manera de
conjurar el torbellino de opiniones, argumentos, falacias, dilemas y exigencias
sociales que se plantearon en su época.
De
ahí, en buena medida, que el escritor se preocupara por forjar un estilo claro,
preciso, transparente. Por qué qué mejor medio para transmitir una idea que un
entorno límpido, donde se desarrolle con fluidez. Y, también, qué mejor manera
para enfrentar los arrebatos de los extremismos.
A
continuación, compartimos 6 reglas que Orwell acuñó para obtener un estilo
prosístico con dichas características. La explicación de cada una estas corrió
por nuestra cuenta.
***
1.
Nunca uses una metáfora, símil u otra figura retórica que se use habitualmente
en los medios
“Todo
el peso de la ley”. “Justos por pecadores”. “El rey de la selva”. Expresiones
de este tipo, de tan usadas, se encuentran ya vacías de sentido. No nos dicen
nada. Paul Ricoeur las conceptualizó como “metáforas muertas” porque,
justamente, carecen del élan que da sustento y significado al lenguaje. ¿Por
qué desperdiciar una oportunidad de comunicación con algo que no dice nada?
2.
Nunca uses una palabra extensa cuando podrías usar una breve
En
cuestiones de estilo, hay al menos dos bandos claramente diferenciados a este
respecto: quienes apelan a la profusión del lenguaje y quienes apuestan más
bien por la sencillez. Orwell, claramente, pertenece a este último grupo. Y
justificadamente acaso, pues en el caso de los textos que buscan transmitir
ideas, muchas veces la brevedad es amiga de la exposición clara y directa.
3.
Si es posible eliminar una palabra, hazlo.
Otro
consejo que abona a la concisión del discurso, tratando este como una suerte de
follaje cuya poda resultará en una figura claramente comprensible para el
lector.
4.
Nunca uses un tiempo pasivo si puedes usar el activo
5.
Nunca uses una frase en otro idioma, un término científico o jerga
especializada si puedes pensar un equivalente en el lenguaje de todos los días
En
general, estos casos que señala Orwell tienen algo en común: son elementos
potencialmente excluyentes para los lectores. Quien no está familiarizado con
cierto idioma o con algún campo especializado de conocimiento se quedará a la
zaga o francamente dejará de entender un término con dichas características.
6.
Mejor romper cualquiera de estas reglas que escribir una barbaridad
Aquí
surge el Orwell que esperábamos. No el pontífice, sino el prosista furibundo
que por encima de todo sitúa la inteligencia, la valentía del pensamiento, el
riesgo de las ideas. Con este último consejo parece decirnos que, en efecto, es
necesario escribir bien, saber hacerlo, pero más todavía tener algo inteligente
qué comunicar.
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