VERSOTERAPIA

VERSOTERAPIA
2007

LITERATURA Y MEDICINA

LITERATURA Y MEDICINA
LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

VERSOTERAPIA

VERSOTERAPIA

martes, 16 de agosto de 2022

EL GALLO DE ORO

 


 

 

 

EL GALLO DE ORO

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

En el Gallo de oro  (1976) de Juan Rulfo (1938-1986) la ludopatía y la codicia son los ejes transversales alrededor de los cuales está la vida pueblerina con sus ferias o fiestas patronales de San Miguel del Milagro acompañadas de   juegos de azar diversos , circos, tarantines con mercancías para todos los gustos , gastronomía de deliciosos platos fuertes y tentempié; tequila , mezcal y cerveza para alegrar o entristecer el espíritu. En todos estos eventos participan   gentes honestas y de mal vivir.

El destino, la suerte, la superstición y la magia guían los pasos de los hombres y mujeres.  La vida y sus avatares transcurre bajo un inexorable determinismo emanado de un talismán.

En El gallo de oro hay un hombre pobre cuya estrella lo convierte en un portento del dinero (Dionisio Pinzón), situación que lo transforma es un ser soberbio y arrogante que olvida su miserable pasado y que la vida es un subibaja: volverá a su condición primigenia. No es casualidad que Rulfo le tenía por nombre alternativo a su obra “De la nada a la nada”.

 Hay un hombre rico (Lorenzo Benavides)que caerá de su pedestal. Una mujer-imán (La Caponera ) de la buena suerte, y muchas apuestas en los redondeles o palenques. Es una mujer nómada : “Ya sabes que nací para andar de andariega. Y sólo me apaciguaré el día que me echen tierra encima".

Las peleas de gallos son el escenario fundamental de la novela concebida primariamente como un guion de cine. No es casualidad que primero salió una de las versiones cinematográficas y luego el libro: El gallo de oro (1964) con adaptaciones de escritores de lujo: Gabriel García Márquez y Carlos fuentes. La segunda película ,  El imperio de la fortuna (1986), tiene la actuación de una figura estelar del a gran pantalla mexicana : Lucha Villa.

 

Frases:

1

El palenque de San Miguel del Milagro era improvisado y no tenía capacidad para grandes muchedumbres. Se aprovechaba para esto el corral de una ladrillera, levantándose un jacalón techado a medias de zacate. El anillo estaba hecho con láminas de tejamanil y las bancas que lo rodeaban y donde se acomodaba el público, no eran más que tablones apoyados en gruesos adobes.

2

Si uno de ellos tomaba partido por un gallo, el otro dejaba caer su favor en el contrario. Así, hasta que los ánimos se fueron acalorando, ya que ambos querían que sus gallos ganaran.

3

Pero por ese tiempo murió su madre. Pareció ser como si hubiera cambiado su vida por vida del “ala tuerta” como acabó llamándose el gallo dorado. Pues mientras éste iba revive y revive, la madre de Dionisio Pinzón se dobló hasta morir, enferma de miseria

4

La suerte no anda en burro.

5

En los gallos todo está permitido.

6

Por costumbre y por ley, el juez dispuso que se hiciera la prueba. Dionisio alzó su gallo yo acercó al giro que volvió a picar encarnizadamente la cresta enmorecida del dorado, el cual, como todo el mundo lo veía, estaba bien muerto.

7

Feria:

Dionisio Pinzón abandonó la plaza de gallos llevando en sus manos unas cuantas plumas y un recuerdo de sangre. Fuera, rugían los gritos de la feria; las diversiones; el anuncio de las tandas en las carpas; el pregón de las loterías; de la ruleta; las voces sordas de los albureros y de los jugadores de dados, y las voces ladinas de los que invitaban a los mirones que atinaran dónde había quedado la bolita.

8

Trampas:

Tal vez fue en la pesada —le dijo Benavides—. Algún soltador acomedido de esos que tienen los dedos ágiles pudo haberle hincado la uña (al gallo) sin que tú te enteraras. Hay gente dispuesta a todo.

9

En este asunto de los gallos un hombre solo no puede hacer nada. Se necesita participar con los demás. De otro modo acaban pisándote. Veme a mí, bien rico que estoy y a esos animalitos les debo todo. Sí.

Y otra más, a la buena amistad con otros galleros; combinaciones, matute rías si tú quieres; pero nada de ponérseles al brinco como tú hiciste ahora.

- Hay que quebrarle las costillas al animal antes de soltarlo, pues a quebrar costillas... Son cosas que todos hacen, así que no te pide nada del otro mundo.

 

-En este negocio de los gallos, no siempre gana el mejor ni el más valiente, sino que, a pesar de las leyes, los soltadores están llenos de mañas y preparados para hacer trampa con gran disimulo.

10

Gallos:

Pero por entonces, seguía gustando más de los gallos, esos animalitos sedosos, suaves, con un color vivo y de los que pronto contó con una buena partida

11

El pueblo todavía estaba de fiesta, de manera que, entre repicar de campanas y calles adornadas con festones, los dos marcharon hacia la ausencia, llevando por delante la extraña figura que, como una cruz, formaba el ataúd y el animal que lo cargaba.

12

Galleros y gente que se vivía ahorrando su dinerito todo el año para irlo a tirar a las patas de un animal o a los palos de una baraja señalada.

13

Sólo me apaciguaré el día que me echen tierra encima.

14

Un médico:

-Un estanciero del Bajío a quien acompañaba su médico, pues al parecer padecía del corazón, lo que no le impedía ser el único de los jugadores que tomara una copa tras otra de aguardiente, combinándolas en ratos con varios frascos de medicinas que tenía a la mano, sobre la mesa. Llamaba la atención porque siempre estaba tomando algo “para el susto” o “para el gusto” según ganara o perdiera. El médico, por su parte, le tomaba el pulso de vez en cuando, o le auscultaba el corazón, aunque esto no le impedía participar también en el juego.

15

Constatación de la muerte:

Pinzón pierde en el juego de las barajas. Su suerte depende de la presencia de La Caponera (Bernarda)

-—¡Despierta ya, Bernarda!

El médico allí presente se acercó hasta ellos. Hizo a un lado a Dionisio Pinzón y levantando con sus dedos los párpados de la mujer, mientras que le auscultaba el corazón, dijo:

—No puede despertar... Está muerta.

Entonces se notó el extravío de aquel hombre que seguía sacudiendo a su mujer y reclamándole:

—¿Por qué no me avisaste que estabas muerta, Bernarda?

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario