VERSOTERAPIA

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2007

LITERATURA Y MEDICINA

LITERATURA Y MEDICINA
LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

VERSOTERAPIA

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lunes, 11 de diciembre de 2023

[1.697] (70.2023) ADIÓS A LAS ARMAS

 

ADIÓS A LAS ARMAS (1919)




 Edgardo Rafael Malaspina Guerra

“Adiós a las armas” es una novela basada en hechos históricos (Primera Guerra Mundial*, 1914-1918) con elementos autobiográficos por cuanto el autor trabajó de chofer de ambulancia en ese conflicto armado y fue herido, hechos que forman parte del relato. Además, un romance que tuvo Hemingway con una enfermera es el fundamento de la trama amorosa entre los personajes principales , el teniente Frederic Henry y Catherine Barkley .

La novela es una pieza sobre la guerra y contra la guerra: muchos de los personajes hacen severas criticas contra la resolución de las diferencias entre los humanos mediante la violencia armada.

La guerra es el caos. Soldados son acusados de traición por sus propios compañeros, y en juicios sumarios son fusilados sin pruebas. Esto provoca la desmoralización de las tropas y las deserciones.

Paralelamente a la narración sobre la guerra va el relato del amor entre Frederic y Catherine.

Interesante para los amantes de la Historia de la Medicina resultan las descripciones de heridas por armas de fuego, los métodos de diagnóstico y los tratamientos. Largos párrafos dan cuenta de estos aspectos médicos como los narrados en los capítulos IX y XIV.

*La Primera Guerra Mundial enfrentó a la Triple Alianza (Imperio alemán , Imperio austro-húngaro e Italia) y la Triple Entente (Reino Unido, Imperio ruso y Francia)

 

FRASES

1

El cobarde muere muchas veces- El valiente muere una sola vez.

2

Vivir es más fácil si no se tiene nada que perder.

3

Ya sé que la noche no es parecida al día, que las cosas ocurren de otra manera, que las cosas de la noche no pueden explicarse a la luz del día porque entonces ya no existen; y la noche puede ser espantosa para una persona sola tan pronto como se dé cuenta de su soledad.

4

Cuando los individuos se enfrentan con el mundo con tanto valor, el mundo sólo los puede doblegar matándolos.

 

 PÁRRAFOS

I

Aquel año, al final del verano, vivíamos en una casa de un pueblo que, más allá del río y de la llanura, miraba a las montañas. En el lecho del río había piedrezuelas y guijarros, blancos bajo el sol, y el agua era clara y fluía, rápida y azul, por la corriente. Las tropas pasaban por delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubría las hojas de los árboles.

2

LA UTILIDAD DE UN SAN ANTONIO

Desprendió algo de su cuello y me lo deslizó en la mano.

-Es un San Antonio -dijo-, y ven mañana por la noche.

-¿Acaso eres católica?

-No, pero dicen que un San Antonio es muy útil.

El San Antonio estaba dentro de una cajita de metal blanco. La abrí y lo dejé caer en mi

mano.

-¿San Antonio? -preguntó el conductor.

-Sí.

-Yo tengo uno.

Su diestra dejó el volante. Se desabrochó la guerrera y lo sacó de debajo de su camisa.

Volví a mi San Antonio a su cajita, arrollé cadenita y lo deslicé en el bolsillo de mi guerrera.

-¿No se lo pone?

-No.

-Es mejor llevarla. Para eso es.

-Muy bien -asentí.

Abrí el cierre de la cadena, la puse alrededor de mi cuello y lo volví a cerrar. El santo

quedaba sobre mi uniforme. Abrí la guerrera y, desabrochándome el cuello, lo puse debajo

de la camisa. Por unos instantes lo sentí sobre mi pecho, en su estuche de metal. Momentos

después ya no pensaba en él. Más adelante, después de haber sido herido, no lo pude

encontrar. Posiblemente alguien, en los puestos de socorro, se quedó con él.

II

LA GUERRA

1

La nieve cortaba el viento, cubrió la tierra y los troncos de los árboles se destacaron muy negros. También cubrió los cañones y pronto se formaron en la nieve pequeños caminos que conducían a las enramadas de detrás de las trincheras

2

LA GUERRA ES UNA PORQUERÍA

-¿Qué le parece esa condenada guerra?

-Una porquería

-Ya lo creo que es una porquería. ¡Dios mío, ya lo creo que es una porquería!

3

UNA GUERRA NO TERMINA NUNCA

No hay nada peor que la guerra. Nosotros, aquí, en las ambulancias, no nos podemos hacer cargo de lo que es. Cuando uno se da cuenta, le es imposible pararla, porque se vuelve loco.

-Sé perfectamente que es terrible, pero tenemos que aguantarla hasta el final.

-No tiene fin. Una guerra no termina nunca.

4

LA GUERRA ES UNA DIVERSIÓN PARA UNOS POCOS.

-La guerra no se gana con la victoria. ¿Qué ganaríamos si tomásemos el San Gabriele? ¿Qué adelantaríamos tomando Carso, Monte Falcone y Trieste? ¡A lo mejor perderíamos una pierna! ¿Habéis visto todas esas montañas, hoy? ¿Creéis que las podríamos tomar todas? Eso sólo sería posible si los austriacos cesaran de luchar. Uno de los adversarios debe parar. ¿Por qué no somos nosotros? Si ellos entraran en Italia, pronto se cansarían y se marcharían. Tienen su patria. Pero no les importa y, en vez de hacer eso, ¡se divierten con la guerra.

5

LA GUERRA ENRIQUECE A UNOS POCOS.

Pero ni los campesinos son lo bastante torpes para creer en la guerra. Todos odian esta guerra.

-Al frente de los países hay una gente estúpida que no comprende y no comprenderá nunca

nada. -También se enriquecen con ella.

-No la mayoría -dijo Passini-. Son muy tontos. Lo hacen por nada... por pura estupidez.

 

III

ASPECTOS MÉDICOS

1

En la ciudad había más cañones que antes y, también, más hospitales. Por las calles se encontraban ingleses, y a veces inglesas. Algunas casas habían sufrido recientes bombardeos. Hacia calor; se notaba la llegada de la primavera y continué andando por la avenida de árboles, sofocado por el resol; vi que continuábamos habitando la misma casa, y que nada, desde mi partida, había cambiado. La puerta estaba abierta; un soldado estaba sentado en un banco al sol. Una ambulancia esperaba delante de una puerta lateral y, al entrar, sentí olor a losas de mármol y a hospital.

2

ENFERMEDADES DURANTE LA GUERRA

Tengo que lavarme e ir a presentarme. ¿Hay trabajo?

-Después de tu marcha sólo hemos tenido congelaciones, sabañones, ictericia, blenorragia, heridas intencionadas, neumonías, chancros blandos y duros. Cada semana nos traen heridos por pedazos de roca, al estallar las bombas en ella. No hay heridos graves.

3

EL PAPEL DE UNA ENFERMERA EN LA GUERRA

Miss Ferguson se alejó en la oscuridad.

-Es muy agradable -comenté.

-Es muy agradable. Es enfermera.

-¿Y usted no lo es?

-¡Oh, no! Yo no soy más que voluntaria. Trabajamos mucho y no tenemos la confianza de

nadie.

-¿Por qué?

-No nos tienen confianza cuando no ocurre nada, pero cuando hay mucho trabajo saben muy

bien dónde encontrarnos.

-¿Cuál es la diferencia?

-Una enfermera es como un médico. Se tarda en serlo. Una enfermera voluntaria es una

especie de recurso.

4

UNA HERNIA

Los rezagados seguían al regimiento, hombres que no podían alcanzar su pelotón. Estaban

agotados, cubiertos de sudor y de polvo. Algunos parecían muy enfermos. Un soldado

apareció al final de todos. Cojeaba. Se detuvo y se sentó al borde de la carretera. Bajé del

coche y me dirigí hacia él.

-¿Qué le ocurre?

Me miró y se incorporó.

-Voy a seguir.

-¿Qué tiene?

-¡Maldita sea la guerra!

-¿Qué tiene en la pierna?

-No es la pierna. Estoy herniado.

-¿Por qué no ha subido a una ambulancia?

-No lo consentirían. El teniente pretende que me he quitado el braguero intencionadamente.

-Voy a examinarlo:

-Está salida.

-¿De qué lado?

-Aquí.

Lo palpé.

-Tosa -ordené.

-Tengo miedo que esto me la haga salir más. La tengo casi el doble que esta mañana.

-Siéntese -dije-. Así que tenga las hojas de estos heridos me lo llevaré y lo pondré en manos

de un médico.

-Dirán que lo he hecho adrede.

-No le pueden hacer nada -dije-. No se trata de una herida. Usted tenía esta hernia antes de la

guerra, ¿verdad?

-Pero he perdido mi braguero.

-Lo mandarán al hospital.

5

UNA AMBULANCIA TIRADA POR CABALLOS

Luego encontramos una ambulancia tirada por caballos parada en la carretera. Dos hombres habían recogido al herniado y lo colocaban en ella. Habían ido a buscarle. Me miró y movió la cabeza. El casco le había caído y su frente sangraba junto al nacimiento del pelo. Tenía la nariz pelada, la herida ensangrentada y los cabellos cubiertos de polvo.

6

De pronto, cerca de mí, oí que alguien gritaba.

«¡Mamma mía! ¡Oh, mamma mía!» Me estiré, me revolví y acabé por libertar mis piernas.

Entonces pude dar la vuelta y tocarlo. Era Passini y, al tocarlo, rugió. Tenía las piernas vueltas hacia mí. Entre las alternativas de sombra y luz vi que las dos estaban destrozadas or debajo de las rodillas. Una estaba seccionada y otra sólo se sostenía por los tendones y un trozo de pantalón; el muñón se crispaba y retorcía como si estuviera completamente desprendido.

Pero a Passin¡ sólo le quedaba una pierna. Mientras le desenrollaba la banda, me di cuenta de que era inútil hacerle un torniquete porque había muerto. Me aseguré de que estuviese muerto.

7

DESCRIPCIÓN DE HERIDAS Y TRAMIENTO. CAPÍTULO IX.

El comandante desmontó sus pinzas y las colocó en una cubeta. Mis ojos no perdían ni una de sus movimientos. Ahora estaba haciendo un vendaje. Después, los camilleros sacaron al hombre de encima de la mesa.

-Voy a atender al tenante americano -dijo uno de los capitanes.

Me colocaron sobre la mesa. Era dura y viscosa. Se notaban fuertes olores, olores de productos químicos y el olor dulzón de la sangre. Me quitaron el pantalón y el médico empezó a dictar al sargento mientras trabajaban.

-Múltiples heridas superficiales en ambos muslos, en las dos rodillas y en el pie derecho. Heridas profundas en la rodilla y en el pie derecho. Laceración del cuero cabelludo (tocando: .¿Le duele? ¡Por Cristo, si!.) con posibilidad de fractura de cráneo. Herida en cumplimiento de su deber. Esto le librará del consejo de guerra por haberse hecho heridas voluntariamente -dijo-. ¿Quiere una copa de coñac? ¿Suicidarse? Suero antitetánico, por favor, y marque una cruz en las dos piernas. Gracias Voy a limpiarlo todo un poco y vendarlo. Su sangre está coagulando admirablemente.

El secretario levantó los ojos del papel.

-¿Qué es lo que ha producido las heridas? El médico:

-¿Qué le ha herido?

Yo, con los ojos cerrados:

-Un obús.

8

HERIDA SANGRANTE. CAPÍTULO IX.

A causa de los escombros, la ambulancia subía lentamente. A veces se paraba, otras, en una curva, tenía que retroceder. Por fin pudo acelerar. De repente algo empezó a gotear sobre mí. Al principio lentamente y después, y poco a poco, se convirtió en un chorro. Llamé al conductor. Se detuvo y miró por la ventanilla a sus espaldas.

-¿Qué le ocurre?

-El hombre de la camilla situada sobre la mía tiene una hemorragia

-Estamos llegando. No podría sacar la camilla yo solo.

Continuó la marcha. El chorro seguía. En la oscuridad no podía distinguir de dónde caía por encima de mi cabeza. Traté de ponerme de lado para evitar que la sangre cayese sobre mí. Tenía la camisa caliente y pegajosa donde había caído la sangre. Tenía frío y la pierna me dolía tanto que temí desvanecerme. Al cabo de un rato el chorro disminuyó, pero volvió a aumentar y oí removerse la tela sobre mí, al intentar el hombre acomodarse en la camilla.

-¿Cómo está? -preguntó el inglés-. Estamos llegando.

Las gotas caían poco a poco, como una estalactita de hielo al anochecer. Hacía frio en la ambulancia, en la oscuridad, subiendo la carretera. En la cumbre, al llegar la puesto, sacaron la camilla y colocaron otra en su lugar.

 

IV

EL AMOR

1

Miss Barkley era alta. Llevaba lo que para mí podía ser un uniforme de enfermera. Era rubia y tenía la piel dorada y los ojos grises. La encontraba hermosa. En la mano llevaba un bastón muy fino de caña, forrado de cuero, que tenía la apariencia de un pequeño látigo.

2

Nos miramos en la oscuridad. La encontraba muy hermosa y le cogí la mano. Ella se la dejó tomar y la estreché entre las mías. Después, pasando mi brazo bajo el suyo, la abracé.

3

Lo que más deseo ahora es que me abrace y me bese, si no tiene inconveniente. La miré a los ojos. La abracé como antes y la besé. La abracé violentamente, apretándola muy fuerte, e intenté entreabrir sus cerrados labios. Aún estaba furioso y bajo mi brazo noté que temblaba. La estreché contra mí. Noté cómo latía su corazón. Ella apartó los labios y apoyó su cabeza en mi mano. Después empezó a llorar sobre mi hombro.

-¡Oh, querido! Serás bueno conmigo, ¿verdad?

4

Ya no será necesario que me digas que me quieres.

5

El sol empezaba a descender y refrescaba. Después de cenar iré a ver a Catherine Barkley. Me gustaría tenerla aquí, en este momento. Quisiera estar en Milán con ella. Comer en la Cova, bajar por la vía Manzoni, una tarde calurosa, cruzar la calle, seguir a lo largo del canal y luego dirigirnos al hotel. Tal vez aceptaría.

V

ARTE

EL MÁRMOL RECUERDA UN CEMENTERIO

En la habitación que servía de despacho y a lo largo de la pared, había muchos bustos de mármol sobre columnas de madera pintada. El vestíbulo también estaba repleto de ellos. Tenían la rara propiedad de parecerse todos. Siempre había encontrado la escultura pesada y aburrida, pero al menos los bronces parecen alguna cosa, mientras que los bustos de mármol recuerdan un cementerio.

VI

LOS JUICIOS SUMARIOS

Esto fue todo. Otro oficial habló.

-Han sido usted y sus iguales los que han permitido a los bárbaros poner los pies sobre el

sagrado territorio de la patria.

-¿Qué dice usted? -preguntó el teniente coronel.

-Es a consecuencia de traiciones parecidas por lo que hemos perdido los frutos de la victoria.

-¿Ha tenido usted que retirarse alguna vez? -preguntó de nuevo el teniente coronel.

-No se debería haber obligado a Italia a retirarse.

Nosotros estábamos allí, bajo la lluvia, ¡para escuchar esto! Estábamos frente a los oficiales, y el prisionero estaba delante de ellos, ligeramente a un lado por deferencia a nosotros.

-Si usted me quiere fusilar -dijo el teniente coronel-, fusíleme en seguida, sin más interrogatorio. El interrogatorio es idiota.

Hizo la señal de la cruz. Los oficiales se consultaron. Uno de ellos escribió algo en una hoja

de papel.

-Abandono de tropas. Condenado a ser fusilado dijo.

Dos carabineros condujeron al teniente coronel a la orilla del río. Se alejó bajo la lluvia, viejo, abatido, con la cabeza descubierta, escoltado por dos carabineros. No vi cómo le fusilaban, pero oí las detonaciones.

Ahora preguntaban a otro. Era igualmente un oficial al que habían encontrado separado de sus tropas. Ni siquiera le permitieron explicarse. Se puso a llorar cuando leyeron la sentencia escrita en el memorándum. Cuando lo fusilaron ya estaban interrogando a otro. Fingían estar muy absortos por los interrogatorios mientras fusilaban al que acababan de condenar. Esto hacía imposible ninguna intervención de su parte. Me pregunté si debía esperar mi turno para ser preguntado, o si sería mejor intentar algo en seguida. Evidentemente, me tomaban por un alemán con uniforme italiano. Veía como funcionaban sus cerebros, admitiendo que tuviesen cerebros que funcionasen. Eran jóvenes y trabajaban por el bienestar de la patria.

Estaban volviendo a formar el Segundo Ejército por detrás del Tagliamento. Ejecutaban a todos los oficiales superiores que habían sido separados de sus tropas. También se ocupaban, someramente, de los agitadores alemanes con uniforme italiano. Llevaban cascos de acero.

Algunos carabineros llevaban aquel sombrero grande. Les llamábamos “aviones”. Esperábamos bajo la lluvia y, los unos y los otros, éramos interrogados y fusilados. Hasta entonces habían fusilado a todos los interrogados. Los jueces tenían este desapego, esta devoción a la estricta justicia de los hombres que dispensan la muerte sin que ellos se expongan. Estaban a punto de interrogar a un coronel de infantería. Tres oficiales más habían aumentado nuestro grupo. ¿Dónde estaba su regimiento? Miré a los carabineros. Examinaban a los recién llegados. Los otros miraban al coronel. Me agaché, empujé a dos hombres y con la cabeza baja, me lancé hacia el río, choqué contra el ribazo y caí al agua con un gran ¡plaf! El agua estaba muy fría. Aguanté sumergido todo el tiempo que pude. Me di cuenta de que la corriente me hacía dar vueltas v me quedé bajo el agua hasta el momento en que creí que no sería capaz de volver a subir. Así que llegué a la superficie, respiré hondamente, y me sumergí de nuevo.

 

PELÍCULAS

 

1932




Adiós a las armas (del inglés: A Farewell to Arms) es un drama de 1932 dirigido por Frank Borzage. Está inspirada en una novela escrita por Ernest Hemingway en 1929.

 

Sinopsis

La trama se desarrolla en Italia durante la Primera Guerra Mundial, y se articula en torno a la relación entre Frederic Henry (Gary Cooper), un soldado estadounidense, y Catherine Barkley (Helen Hayes), una enfermera inglesa.

 

1957

 

 

 


 

Dirección: Charles Vidor. Producción: David O. Selznick

Argumento

Frederick Henry es un estadounidense que durante la Primera Guerra Mundial sirve como conductor de ambulancias para el ejército italiano. Mientras se recupera de una herida en el hospital de una base británica, conoce a Catherine Barkley, una enfermera de la Cruz Roja, y comienzan una relación. El médico y amigo de Frederick, convence al ejército de que su herida en la rodilla es más seria de lo que realmente es y así la pareja puede continuar su romance y poco después casarse.

 

Catherine descubre que está embarazada, pero después de llevar alcohol a Frederick, son descubiertos por la enfermera jefa y son separados. Informa a los superiores de Frederick de que está sano para volver al frente. Durante su separación, Catherine empieza a creer que Frederick le ha abandonado.

 

Durante la batalla de Caporetto, Frederick y su gran amigo Alessandro Rinaldi ayudan a los locales a huir de los ejércitos alemán y austriaco. Durante la marcha, varias personas mueren o son dejadas atrás debido al cansancio. Cuando los dos conductores de ambulancia son capaces finalmente de informar en una base del ejército, el comandante cree que son ambos desertores del frente. Rinaldi es ejecutado por el militar italiano. Enfurecido, Frederick consigue apagar las lámparas de queroseno y huye, saltando al río.

 

Buscado por el ejército italiano, Frederick evita ser capturado y consigue llegar hasta Suiza, donde se encuentra con Catherine. Son aceptados en la neutral Suiza como turistas que están evitando la guerra. El embarazo de Catherine avanza, pero debido a las condiciones que les rodean el embarazo empieza a complicarse y Catherine es ingresada en el hospital. El bebé nace muerto, y Catherine muere poco después. Frederick deja el hospital y vaga sin rumbo por las calles vacías.

 

 

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