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AL OTRO LADO DEL RÍO Y ENTRE LOS ÁRBOLES (1950)
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
I
Se ha afirmado que esta es una novela sobre el amor,
la guerra y la muerte.
El viejo coronel Richard
Cantwell está de cacería en Venecia con su amante , una bella joven de 19 años ,
llamada Renata. El coronel cincuentón es un paciente cardíaco.Sufre de
enfermedad isquémica del corazón y debe tomar nitroglicerina para aliviar los
ataques. Es una relación desigual y condenada al fracaso, no sólo por la
diferencia de edad, sino por razones de salud; pero el coronel encarna el
paradigma de la afirmación de Pablo Picasso: "El hombre no deja de
enamorarse cuando envejece, por el contrario: envejece cuando deja de
enamorarse."
Interesante la apreciaición que hizo Gabriel García Márquez
sobre la obra:
“Dentro de esa línea, para mi gusto, el cuento donde
mejor se condensan sus virtudes es uno de los más cortos: "Gato bajo la
lluvia". sin embargo, aunque parezca una burla del destino, me
parece que su obra más hermosa y humana es la menos lograda :Al otro lado del
río y entre los árboles. Es, como él mismo reveló, algo que comenzó por
ser un cuento y se extravió por los manglares de la novela. Es difícil entender
tantas grietas estructurales y tantos errores de mecánica literaria en un técnico tan sabio, y unos diálogos tan
artificiales y aun tan artificiosos en uno de los más brillantes orfebres de diálogos de la historia de las
letras.Cuando el libro se publicó en 1950, la crítica fue feroz. Porque no fue
certera. Hemingway se sintió herido donde más le dolía, y se defendió desde La
Habana con un telegrama pasional que no pareció digno de un autor de su tamaño.
No sólo era su mejor novela, sino también la más suya, pues había sido
escrita en los albores de un otoño incierto, con las nostalgias irreparables de
los años vividos y la premonición nostálgica de los pocos años que le quedaban
por vivir. en ninguno de sus libros dejó tanto de sí mismo ni
consiguió plasmar con tanta belleza y
tanta ternura el sentimiento esencial de su obra y de su vida: la inutilidad de
la victoria. La muerte de su protagonista, de apariencia tan apacible y
natural, era la prefiguración cifrada de
su propio suicidio”. (Gabriel García Márquez, 1981)
II
El nombre de la novvela:
¿Sabe usted lo que dijo el general Thomas J. Jackson
en una ocasión? En la ocasión de su infortunada muerte. Me lo aprendí de
memoria. No puedo responder de su exactitud, desde luego. Pero así lo cuentan:
«Orden de que A. P. Hill se disponga para la acción». Luego, delirando ya,
agregó: «No, no; crucemos el río y descansemos bajo la sombra de los
árboles».
III
Frases y párrafos:
1
Os habéis despedido. ¡Y qué despedida! Completa, con
cadalso y todo. Ella hubiera subido al cadalso contigo. Dura cosa esta de
querer y separarse. La gente sufre con ello».
2
«¿Quién te dio permiso para conocer a una joven como ella?».
«Nadie —se respondió—
2
Donde haya fertilidad, dinero, sangre y hierro, ahí
está la patria.
3
Así establecieron contacto los dos antiguos habitantes
del Véneto, hombres los dos, y ambos hermanos en la comunidad de la raza
humana, el único club en el que todos pagan su cuota.
4
Ella es tu último y único y verdadero amor —pensó—, lo
cual no es malo, sino infortunado.
5
¿Pero cómo te sentirías tú si fueras una muchacha de
diecinueve años y estuvieras enamorada de un hombre que pasa de los cincuenta y
que sabes que se va a morir?
6
Distraigámonos con nuestra única vida.
7
Hay tanta soledad en el ejército como en una de esas
casas donde el amor tiene tarifa.
8
Un mercado es la cosa que más se parece a un buen
museo como el Prado o la Accademia.
9
Había utilizado el lápiz labial para dibujarse el tipo
de boca que ella sabía que él deseaba más que ninguna otra, y mientras se pintaba
los labios exclamó en voz alta: «No pienses en eso. No pienses. Y por encima de
todo que no te vea triste él, ahora que se va».
—Estás maravillosa.
—Gracias. Quisiera ser hermosísima para ti si pudiera
serlo.
—El italiano es una hermosa lengua.
—Sí. El señor Dante también pensaba así.
10
A veces, quiero a mis enemigos más que a mis amigos.
IV
Aspectos médicoc:
1
Uso de nitroglicerina:
Pero no era un muchacho. Tenía cincuenta años y era
coronel de infantería del ejército de los Estados Unidos, y para poder pasar un
reconocimiento médico el día antes de llegar a Venecia y cazar patos, había
tomado el suficiente hexanitrato de manitol para… Bueno, no lo sabía muy bien,
.para pasar el examen médico», se dijo a sí mismo.
El médico se mostró bastante escéptico, pero de todos
modos anotó el resultado del examen, después de comprobarlo repetidamente.
—Tú sabes, Dick —le dijo el médico—, que no es
conveniente; en realidad está decididamente contraindicado en los casos de
creciente presión intraocular e intracraneana.
—No sé de qué me estás hablando —respondió el cazador,
que entonces no era cazador sino potencialmente, siendo en realidad un coronel
de infantería del ejército de los Estados Unidos, que había alcanzado el grado
de general.
—Lo sé hace mucho tiempo, coronel. O quizás es que me
parece mucho tiempo —le dijo el médico.
—Es mucho tiempo —replicó el coronel.
—Estamos hablando como escritores de canciones
populares —añadió el médico—. Pero debes tener cuidado de no chocar contra
ningún obstáculo, ni permitir que te alcance la menor chispa, porque has venido
realmente empapado en nitroglicerina. Deberías llevar colgando y arrastrando
por el suelo una cadenita de seguridad, como la llevan los camiones cisterna
cargados con nafta octanizada.
—¿Acaso no estaba bien mi electrocardiograma?
—Tu electrocardiograma era perfecto, coronel. Igual
que el de un hombre de veinticinco años. Y hasta de un jovencito de diecinueve.
—Bueno, ¿qué estás tratando de decir?
El exceso de hexanitrato de manitol que había ingerido
le producía, a veces, náuseas, y el coronel estaba deseoso de concluir el
interrogatorio lo antes posible. También tenía ganas de tumbarse en algún lado
y tomar un seconal. «Tengo que escribir el manual de táctica menor, para uso
del pelotón en los servicios de ruptura —pensó—. Quisiera poder decírselo. ¿Por
qué no me someto al juicio del tribunal? Pero nunca lo haces, ¿eh? —se dijo—.
Siempre te declaras inocente».
2
Tinnitus:
«No, no me siento tan mal. Solo esos zumbidos.
Recuerdo cuando empezaron los zumbidos y yo pensé que sin duda había algunas
cigarras en los árboles, y no quería preguntarle al joven Lowry, pero al fin le
pregunté. Y me contestó: No, mi general, no oigo grillos ni cigarras. La noche está
absolutamente en calma y no hay sino los ruidos habituales».
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