VERSOTERAPIA

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2007

LITERATURA Y MEDICINA

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LIBRO DEL DR. EDGARDO MALASPINA : LITERATURA Y MEDICINA

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miércoles, 20 de marzo de 2024

MEMORIAS DE MAMÁ BLANCA

 

 

MEMORIAS DE MAMÁ BLANCA (1929)

 

 Edgardo Rafael Malaspina Guerra


Es una novela utobiográfica de Teresa dela Parra ,y su fuente de inspiración es la infancia. Se habla de  seis hermanas que cambian su vida apacible  en una hacienda  por la agitada de Caracas. En el ambiente citadino hay nostalgia por las vivencias y paisajes bucólicos. Se recalca la  libertad que reinaba en el campo (Piedra Azul) , los juegos infantiles, la educación estricta, los trabajos en el trapiche.

El personaje Vicente Cochocho se destaca por su filosofía a lo Diógenes. Cochocho es “toero”: desempeña culaquier trabajo en Piedra Azul, desde los más indeseables y sucios hasta hacer las veces de médico o de soldado en algún alzamiento militar.

FRASES Y PÁRRAFOS QUE ME GUSTARON

1

Conocí a Mamá Blanca mucho tiempo antes de su muerte, cuando ella no tenía aún setenta años ni yo doce. Trabamos amistad, como ocurre en los cuentos, preguntándonos los nombres desde lejos, amortiguadas las voces por el rumor del agua que cantaba y se reía al caer sobre el follaje, iba yo jugueteando por el barrio y de pronto, como se me viniese a la idea curiosear en una casa silenciosa y vieja, penetré en el zaguán, empujé la puerta tosca de aldabón y barrotes de madera, pasé la cabeza por entre las dos hojas y me di a contemplar los cuadros, lasmecedoras, los objetos y en el centro del patio un corro de macetas, con helechos y novios, que subidos al brocal de la pila se estremecían de contento azotados por la lluvia de un humilde surtidor de hierro.

2

Como Mamá Blanca poseía el don precioso de evocar narrando y tenía el alma desordenada y panteísta de los artistas sin profesión.

3

Debo advertir que Mamá Blanca, cuyo amor maternal, traspasando los límites de su casa y su familia, se extendía sin excepción sobre todo lo amable: personas, animales o cosas, vivía sola como un ermitaño y era pobre como los poetas y las ratas.

4

Su trato, como la oración en labios de los místicos, sabía descubrirme horizontes infinitos e iba satisfaciendo ansias misteriosas de mi espíritu.

5

Yo no sabía aún que, a la inversa de los poderosos y los ricos de este mundo, la vida es espléndida no por lo que da, sino por lo que promete.

6

Piensen indulgentes que las personas más impresenables son generalmente las más interesantes. Yo creo que el cuerpo suele adornarse con detrimento del espíritu. Es una convicción cruel que profeso con tristeza, pues me due- le muchísimo el pensar que la amable, la divina elegancia del cuerpo, es una ladrona linda y vil que para bien ador- narse dejó el alma sin ropas ni pan, sumida en la miseria

7

¿Qué es una frase sin tono ni ritmo? Una muerta, una momia. ¡Ah, hermosa voz humana, alma de las palabras, madre del idioma, qué rica, qué infinita eres! . La palabra escrita es un cadáver.

8

 El escritor , al pecar por exceso de verosimilitud o claridad, se vería cubierto de desprecio. Lo incomprensible, al humillar violentamente. los espíritus, arranca de las manos aplausos irritados y sinceros, cuyo verdadero significado es éste: ¡Bravo, bravo, bravísimo, que no hemos entendido ni una jota! Una imaginación de amplio vuelo puede lanzarse a sus anchas dentro de la oscuridad, que es infinita. Dios no sería adorable si fuera comprensible. La humilde claridad es limitada, franca y pobre. La claridad es despreciable y reposante como un par de pantuflas viejas.

9

La gloria no se ofrece sino al que la soli- cita»

10

MEDICINA

A más de maestro en filosofía y ciencias naturales, a más de ser tocador de maracas, paleador de la acequia, emburrador del trapiche y deshierbador de lajas, Vicente era el médico, el boticario y el agente de las pompas fúnebres en Piedra Azul.

En lo concerniente a la milicia, Vicente tenía más genio que vocación; en lo concerniente a la medicina, tenía más vocación que genio. Como es la vocación quien forma el verdadero médico, como la medicina oscura y santa está impregnada de misticismo, milagros y ciencia infusa del corazón, Vicente, todo actividad, todo abnegación, todo espíritu de sacrificio; Vicente, a quien nadie llamó nunca el doctor Cochocho, era el médico por excelencia.

—Papá no lo juzgaba así. Como la medicina, repito, es campo abierto a las apasionadas creencias, al fogoso mis- ticismo y a las luchas fanáticas, Papá perseguía con ardor e intolerancia la actuación de Vicente junto a los enfermos de la hacienda. Aseguraba con convicción, de raigambre, mís- tica, que en Piedra Azul la presencia de Vicente era mucho más funesta que el tifus, la disentería y la fiebre amarilla juntos. Papá hablaba con pasión, no cabe duda. Pero siendo su poder absoluto o ilimitado, la situación de Vicente respec- to a su misión sublime y respecto a Papá, era en todo seme- jante a la de los primeros cristianos bajo la persecución de Diocleciano o de Nerón. No quiero decir con esto que Papá fuera cruel, sino que amenazado cada instante por el omnipo- tente Vicente, lleno de heroismo, robustecido más y más en su caridad y en su fe, ejercía su ministerio en la sombra.

— Yo creo que en la intolerancia honrada de Papá se ocul- taba, sin él saberlo, como ocurre a menudo, aquella rivali- dad despierta y agresiva que viene a asomarse siempre entre dos médicos situados ante una misma clientela. Por- que debo advertir a ustedes que, a su manera, sin universi- dades, grados ni estudios, también era médico don Juan Manuel. También él se iba en su caballo Caramelo, con su frasquito de píldoras de quinina, su termómetro, sus sina- pismos, sus purgantes y recetaba a los enfermos. Vicente se iba a pie con hojitas de llantén, raíz de ciruela fraile moli- da, manteca de lagarto, sangre de conejo matado en men- guante, ensalmos, oraciones y le arrebataba la clientela. Y es que, siendo el más débil Vicente, era el más fuerte por su augusta vocación. En Piedra Azul se curaba y se medicinaba de balde. Por lo tanto, Papá, enteramente desarmado, no pudiendo siquiera pasar a sus enfermos esas cuentas altísi- mas que tanto sostienen el prestigio científico de un médico, aplastado por Vicente, sin defensa posible, veía decaer su clientela, mientras la de su competidor crecía.

—Como todo médico, grande o pequeño, ignorado o renombradísimo; como todo medicucho, medicastro o gran lumbrera, Vicente realizaba curaciones maravillosas y realizaba también de vez en cuando muertes fulminantes que producían gran escándalo y cubrían su nombre de oprobio durante breves días. Las cosas volvían pronto a normalizarse y la fe renacía. En los días del escándalo la cólera de Papá, todo rayos y truenos, caía sobre la cabeza bienhecho- ra y vencida.

—Oye, Vicente —dijo Papá terrible y todopoderoso— óyeme bien. Acabo de saber que a José del Rosario, el de la Quebrada Grande, se le enfermó su muchachita de un ojo, que tú fuiste allá y dijiste que eso se curaría con sangre de lapa, que tú mismo cazaste la lapa, que tú mismo le sacas- te la sangre, que tú mismo la llevaste, que se la pusieron y se ha quedado tuerta. Eres un bruto y más que bruto, criminal, ya lo sabes! Atiéndeme bien ahora y que no se te olvide, es la última vez que te lo digo; te juro Vicente, que como tú vuelvas a recetar a un solo enfermo más aquí, en Piedra Azul, le escribo al jefe civil del distrito para que vengan inmediatamente a buscarte y te tengan en la cárcel preso.

—Sí, señor. Contestó Vicente humildemente, sin olvidar su puntillo y sus tres golpes de maraca. Inútil es decir que desde el día siguiente, con mucho más ardor continuó en secreto cazando lapas, buscando hierbas, moliendo raíces, anda que anda, de norte a sur, de este o oeste, perdiendo días de jornal, vadeando ríos crecidos y pasando noches en vela junto a la cabecera de sus amados enfermos.

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