SOBRE HÉROES Y TUMBAS (1961)
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
En Sobre Héroes y tumbas (1961)
Ernesto Sábato esboza sus tesis existencialistas referentes al amor, la
prostitución , la filosofía, la soledad, el poder, la política y el sentido de
la Literatura. La novela continúa con el tema relacionado con el poder de los
ciegos, iniciado en El túnel.
2
Hay historia nacional y tragedias
personales: los Vidal Olmos en el contexto de la historia argentina, Martín y Alejandra, la locura de Fernando y
su manía con los ciegos, Bruno y sus acciones conectivas con otros personajes y
crónicas.
3
El Informe sobre ciegos es una sueño
y también una metáfora del mal y la ignorancia que reina en el mundo. Es una
parábola surrealista de nuestra existencia.
4
De pronto Alejandra, mirándolo a
Vania, dijo:
—Me gusta la gente fracasada. ¿A vos
no te pasa lo mismo?
Él se quedó meditando en aquella
singular afirmación.
—El triunfo —prosiguió— tiene siempre
algo de vulgar y de horrible.
Se quedó luego un momento en silencio
y al cabo agregó:
—¡Lo que sería este país si todo el
mundo triunfase!
5
El mundo exterior había dejado de
existir para Martín y ahora el círculo mágico lo aislaba vertiginosamente de
aquella ciudad terrible de sus miserias y fealdades, de los millones de hombres
y mujeres y chicos que hablaban, sufrían, disputaban, odiaban, comían. Por los
fantásticos poderes del amor, todo aquello quedaba abolido, menos aquel cuerpo
de Alejandra que esperaba a su lado, un cuerpo que alguna vez moriría y se
corrompería, pero que ahora era inmortal e incorruptible, como si el espíritu
que lo habitaba transmitiese a su carne los atributos de su eternidad.
6
Bruno pensaba: Estos paisajes sólo el
impresionismo los podía pintar, y eso se terminó, así que el artista que siente
esto y nada más que esto, se embromó. Y mirando el cielo cargado de nubes, la
atmósfera húmeda y un poco pesada los reflejos de los barcos sobre el agua
quieta, pensaba que Buenos Aires tenía un cielo y un aire muy parecido a
Venecia, seguramente por la humedad del agua estancada…
7
El marxismo tendría que haber sido inventado
por un obrero, sobre todo por uno de la industria pesada.
8
Sobre la prostitución:
—Eso es, la prostitución. Vea usted
qué paradoja. Si yo le digo que la prostitución es necesaria, sé perfectamente
que usted, en este momento, va a experimentar un rechazo, ¿no es así? Aunque
tengo la convicción de que una vez que haya analizado a fondo el problema
tendrá que concordar conmigo. Imagínese, en efecto, lo que sería el mundo sin
esa válvula de escape. Ahora mismo, y sin ir más lejos, aquí, en nuestro país,
un concepto mal entendido de la moral, le advierto que soy católico, ha llevado
al clero argentino a hacer prohibir la prostitución. Pues bien, se prohibió la
prostitución en el año…
—Es como una caldera en que se está
levantando la presión con las válvulas cerradas. Que eso es la prostitución
organizada y legal: una válvula de escape. O hay mujeres de mala vida
controladas por el Estado, o llegamos a esto. O se tiene una buena prostitución
controlada o la sociedad se enfrenta, tarde o temprano, con el gravísimo
peligro de que sus instituciones básicas se puedan venir abajo.
9
La compasión hacia los animales, la filosofía
y el sentido de la vida:
Y cuando llegaba a ese punto y cuando
parecía que ya nada tenía sentido, se tropezaba acaso con uno de esos perritos
callejeros, hambriento y ansioso de cariño, con su pequeño destino (tan pequeño
como su cuerpo y su pequeño corazón que valientemente resistirá hasta el final,
defendiendo aquella vida chiquita y humilde como desde una fortaleza diminuta),
y entonces, recogiéndolo, llevándolo hasta una cucha improvisada donde al menos
no pasase frío, dándole algo de comer, convirtiéndose en sentido de la
existencia de aquel pobre bicho, algo más enigmático, pero más poderoso que la
filosofía parecía volverle a dar sentido a su propia existencia. Como
dos desamparados en medio de la soledad que se acuestan juntos para darse
mutuamente calor.
10
El hombre que va a morir sólo puede
defenderse con el recuerdo:
Pues a medida que nos acercamos a la
muerte también nos acercamos a la tierra, y no a la tierra en general, sino a
aquel pedazo, a aquel ínfimo (¡pero tan querido, tan añorado!) pedazo de tierra
en que transcurrió nuestra infancia, en que tuvimos nuestros juegos y nuestra
magia, la irrecuperable magia de la irrecuperable niñez. Y entonces recordamos
un árbol, la cara de algún amigo, un perro, un camino polvoriento en la siesta
de verano, con su rumor de cigarras, un arroyito. Cosas así. No grandes cosas
sino pequeñas y modestísimas cosas, pero que en ese momento que precede a la
muerte adquieren increíble magnitud, sobre todo cuando, en este país de
emigrados, el hombre que va a morir sólo puede defenderse con el
recuerdo, tan angustiosamente incompleto, tan transparente y poco
carnal, de aquel árbol o de aquel arroyito i de la infancia; que no sólo están
separados por los abismos del tiempo sino por vastos océanos.
11
Mirar hacia adentro, hacia lo
profundo de la memoria, la forma que la eternidad puede asumir:
Y así nos es dado ver a muchos viejos
como D’Arcángelo, que casi no hablan y todo el tiempo parecen mirar a lo
lejos, cuando en realidad miran hacia dentro, hacia lo más profundo de su
memoria. Porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción,
y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito.
Y aunque nosotros (nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestras arrugas
van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito, hay algo en
nosotros, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras, aferrado con uñas y
dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a los
sueños, que parece resistir a ese trágico proceso: la memoria, la misteriosa memoria
de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que fuimos. Sin la cual (¡y qué
terrible ha de ser entonces! se decía Bruno) esos hombres que la han perdido como
en una formidable y destructiva explosión de aquellas regiones profundas, son
tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido
viento del tiempo.
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