ÍTACA
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Ítaca
en el mar Jónico ocupa un lugar muy importante en la obra homérica. En el
Catálogo de las naves de la Ilíada sobre los componentes del ejército griego en
la Guerra de Troya se le menciona así:
“Ulises
acaudillaba a los cefalenios de ánimo altivo. Los de Ítaca y su frondoso
Nérito; los que cultivaban los campos de Crocilea y de la escarpada
Egílipe; los que habitaban en Zacinto; los que vivían en Samos y sus
alrededores; los que estaban en el continente y los que ocupaban la orilla
opuesta: todos ellos obedecían a Ulises, igual a Zeus en prudencia. Doce naves
de rojas proas lo seguían”.
2
Son
casi las ocho de la noche cuando llegamos a Olimpia. El Arty Grand Hotel ,
construido sobre la colina de la antigua ciudad está rodeado de olivos. En el cafetín conversamos con unas hermanas
canarias. No pierden una vacación sin visitar un país distinto. Citan a un
viajero turco, cuyo nombre no recuerdan:
“Viajar es algo que te llena de vida. Si no lo haces no puedes resolver
tus problemas, no puedes hablar…Si no sales no puedes ser exitoso en la vida”.
3
Dicen
gustar mucho de la arepa venezolana; y explican que el carácter peculiar
canario proviene de una mezcla de tres continentes: “Tenemos la cabeza en España,
el corazón en América y el cuerpo en África”. Mientras conversamos probamos la
metaxa : el licor nacional griego con sabor a brandy y vino.
Natalia
y yo nos sentamos en el balcón, amplio y fresco, con muchos olivos al frente y
cantos de grillos. Seguimos probando la metaxa , pero ahora me parece su sabor
igual al aguardiente macerado con píritu que consumíamos en Las Mercedes del
Llano en tiempos del liceo.
En la mañana por la ventana penetra un aire frio
y se escuchan cantos de gallos. Toques de campanas provienen de muy lejos.
Visitamos
los templos de Zeus y Hera, los restos de los talleres de Fidias y Praxíteles.
En el Estadio es costumbre correr y posar donde se encendía y aún se enciende
el fuego olímpico como un ritual para rendir tributo a la grandeza cultural
deportiva de la Antigüedad.
4
En el Museo de Olimpia llama la atención de
todos los visitantes el Hermes con Dionisio. En la mitología Zeus se enamoró de
Sémela, joven muy hermosa, hija de Cadmo rey de Tebas. Quedó embarazada, pero
Hera, esposa de Zeus estaba furiosa de los celos y prendió fuego al palacio de
Sémela, quien murió carbonizada. Zeus rescató el feto (Dionisio) y se lo
implantó en su muslo .Llegado el día de nacimiento, Zeus rompió los puntos y
saco a Dionisio, a quien Hermes ayudó luego a escapar de la ira de Hera.
5
El
mito de Dionisio pudiera ser una reminiscencia del embarazo ectópico y un
remoto antecedente del embarazo masculino. Con razón decía Engels que cualquier
idea nueva no era más que una idea muy vieja y olvidada que una vez estuvo en
la mente de los antiguos griegos.
Nos
detenemos ante una curiosidad que al principio pensé se relacionaba con la
medicina o con los estudios de anatomía, pero en realidad son huesos de animales usados con instrumentos
de trabajo en escultura.
6
Partimos
hacia Patras. El paisaje cinético son ahora de casas con pórticos y
estatuas; el mar Jónico ; Ítaca,
la patria de Odiseo; Lepanto, donde Cervantes perdió la movilidad de su
brazo izquierdo en batalla que el propio
Manco ilustre calificó de memorable;
el largo puente de Rion-Antirion, y el Monte Parnaso, morada de Apolo,
las Musas y los poetas.
7
En
la Odisea :
—¡Padre
Zeus! ¡Felices dioses inmortales! Ojalá ningún rey vuelva a gobernar a los
itacenses con clemencia y justicia, pues ninguno de ellos se acuerda del
divino Odiseo, que reinaba en la isla con amor paternal.
8
Ulises
llega a Ítaca:
Yo
quisiera saber si estoy realmente en Ítaca, como me dijo un hombre que
encontré en el camino. Hace tiempo, en mi tierra, recibí a un huésped tan
discreto como ninguno que haya recibido antes. Decía ser de Ítaca, y que el
nombre de su padre era Laertes. Lo albergué en mi palacio y le entregué regalos
de hospitalidad: siete talentos de oro, una jarra de plata, doce mantos sencillos,
doce túnicas; y, además, le entregué cuatro mujeres, diestras en toda clase de
tareas.
Así
dijo, y Laertes respondió con los ojos llorosos:
—¡Forastero!
En efecto, estás en Ítaca. Pero ahora la rigen unos hombres malvados e insolentes,
y te serán en vano esos regalos que le hiciste a aquel huésped.
(Edgardo
R Malaspina G. Medicrónicas, 2015)
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